«Pidan y recibirán, y tendrán una alegría que será perfecta»

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POR FACUNDO GALLEGO, ESPECIAL PARA LA BANDA DIARIO

Sábado VI de Pascua

Oración inicial

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Te alabo, Dios mío, porque me regalas este momento de oración, meditación, plegaria y alabanza. A tus pies están mi vida y mi corazón. Derrama sobre mí tu Espíritu Santo para que pueda comprender la Palabra de vida y la haga carne en mis acciones cotidianas. Amén.

  1. Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Juan (16,23b-28)

A la hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos: “Les aseguro que todo lo que pidan al Padre, él se lo concederá en mi Nombre. Hasta ahora, no han pedido nada en mi Nombre. Pidan y recibirán, y tendrán una alegría que será perfecta.

”Les he dicho todo esto por medio de parábolas. Llega la hora en que ya no les hablaré por medio de parábolas, sino que les hablaré claramente del Padre. Aquel día ustedes pedirán en mi Nombre; y no será necesario que yo ruegue al Padre por ustedes, ya que él mismo los ama, porque ustedes me aman y han creído que yo vengo de Dios. Salí del Padre y vine al mundo. Ahora dejo el mundo y voy al Padre”.

Palabra del Señor

  1. Meditación

Estas palabras que Jesús pronuncia en la Última Cena son propuestas por la Iglesia para meditar el misterio de la Ascensión del Señor. Mañana estaremos celebrando esta solemnidad, junto a la del Señor de los Milagros de Mailín: Jesús regresa al Padre, pero no por eso nos deja huérfanos. Regresará al Padre llevando no solamente su divinidad, sino también nuestra humanidad resucitada: introducirá al género humano en el misterio de Dios para siempre, de una manera especial y llena de amor. Ya no somos simples creaturas de Dios: somos sus hijos, que estamos constantemente alabándolo y amándolo en Jesús.

Con su humanidad resucitada, Jesús será el puente entre nosotros y el Padre: Él es el Sumo Pontífice de nuestra fe. Él es el sacerdote eterno que toma sobre sí nuestras culpas, necesidades, alegrías y esperanzas, para presentarlas ante el Padre, para que nosotros resultemos santificados. Por eso, es conveniente recordar que Jesús es el único mediador entre el Padre y sus hijos; aunque no por eso las intercesiones de la Virgen María y la de los santos deben ser despreciadas. Ellos, como grandes amigos de Dios y grandes amigos nuestros (y María, como Madre de Dios y madre nuestra), son quienes ruegan a Dios por nosotros. Y lo hacen de una manera más perfecta que las oraciones que hacemos aquí los unos por los otros, porque ellos están mirando a Dios cara a cara.

Nuestra petición cotidiana debe ser siempre: “Hágase tu voluntad”. Que sea Dios quien guíe nuestro destino, el destino de las almas, de la Iglesia, del mundo… Que no perdamos nunca de vista que Él no solamente es nuestro norte, sino también nuestro compañero de camino.

  1. Comunión espiritual

Creo, Jesús mío, que estás presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas, y deseo ardientemente poder recibirte. Pero como no puedo hacerlo ahora sacramentalmente, te pido que vengas espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno en todo a ti. No permitas que jamás me aparte de ti. Amén.

  1. Oración final

Señor, gracias por este momento de oración en tu presencia. Concede a mi familia, a mis amigos, a la Iglesia y al mundo entero, la gracia de buscar siempre tu voluntad, y de vivir en la alegría de saber que somos tus hijos muy amados. Ilumina a los científicos en su lucha contra el coronavirus, da tu luz y tu prudencia a los gobernantes, restaura la salud de los enfermos y regala el eterno descanso a los difuntos. Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

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