Mauro Icardi y Wanda Nara disfrutaron de una días en la playa de Ibiza y los captaron fotógrafos. Las críticas hacia el cuerpo de la mediática arreciaron por las redes sociales. Estrías sobre el abdomen, celulitis avanzada y deformante en glúteos y piernas, exceso de peso. Luego otras famosas, Paula Chaves (“qué habla si no es ni conductora”), Oriana Sabatini (“con esa edad cualquiera puede opinar”), Zaira Nara (“claro, es la hermana”) y Jimena Barón (“la apoya porque siempre busca mostrar el trasero”) salieron al cruce de los crueles comentarios. Después la propia Wanda por las redes sociales dijo: “Me resbala demasiado lo que digan y si supieran cuánto no perderían el tiempo”. Esta historia ardió, pero no se extinguió, sino que el rescoldo quedó candente para el análisis.
¿Por qué ofendió tanto el cuerpo de Wanda Nara al natural? ¿Por qué llegó a estrangulársele las tripas a la sociedad, que cuestionó incluso los mecanismos de defensa de las otras mujeres, también figuras públicas? ¿Por qué la hinchada que estaba aparentemente de su lado para darle respaldo se fundó en argumentos del tipo “es la más viva de todas porque supo ‘cazar’ al correcto (objeto de deseo masculino)? Tal vez la más impiadosa fue la intriga que se agitó en la mente de muchos como un gusano en una manzana podrida: ¿por qué no dispone de la fortuna personal de Icardi para hacerse cirugías reparadoras (de nuevo lo inalcanzable)?
Para echar luz sobre estos interrogantes, la mirada de Alfonsina Mora, del Observatorio de Violencia Contra las Mujeres, por ejemplo, apunta a la estereotipación de los cuerpos de las mujeres según estándares de belleza inalcanzables, que no se agotará si no se extinguen de antemano las pautas culturales que la sustentan. “La sociedad todavía es patriarcal y tiene distintas expectativas para varones y mujeres en cuanto a qué y cómo deben ser y en cuanto al futuro que deben llevar adelante, cuál es la función que cumplen las mujeres y los varones en esta sociedad. De las mujeres se espera que estén al servicio del varón y de ahí que se nos pidan estándares de cuerpos diferenciados, porque se entiende que nuestra función en la sociedad se basa más en nuestros cuerpos que en nuestros intelectos y habilidades. Y eso no va a cambiar”, señaló. Añadió que prueba de ello fue que la FIFA ante el acoso de turistas a mujeres rusas durante el Mundial optó porque las cámaras no las enfocaran sentadas en las gradas, dando a entender que el problema era el aspecto físico de las mujeres o que hubieran decidido compartir un espacio tradicionalmente privativo de los hombres, cuando la cosificación de la mujer transita por otros caminos. “El caso de lo que ocurrió con la imagen de Wanda no tiene tanto que ver con los estándares de belleza, que en ciertos casos también les hacen bastante mal a algunos varones, sino con esta función marcada que tenemos las mujeres. Estamos en una sociedad en la que sabemos que hay mujeres que para llegar a ciertos lugares tienen que adaptarse a ciertas reglas de juego y al romperlas las corren de esos medios. Más las que son mediáticas y trabajan para el espectáculo”, evaluó. Asimismo, reveló un círculo perverso en el que “las reglas del juego para ellas son terribles en cuanto a los estereotipos de belleza y juventud, pero después también se las critica porque se atañen y acomodan a esas reglas de juego. Lo que hay que atacar no es a ellas, sino a esas reglas de juego existentes que nos obligan a estar más que nada al servicio, y es lo que me parece terrible, de los deseos y necesidades del varón”. Así, el inicio de romper estas pautas culturales conlleva aceptar que “cada mujer tiene derecho de manejar sus estrategias para poder subsistir y salir adelante y cada una tiene esa libertad de ver cómo se para ante la sociedad y exige que se la respete, sean cuales sean sus elecciones”. Ni más ni menos, enunció Mora, que aquello que se les exige también -el perfil de profesional académica- a quienes defienden públicamente los derechos de las mujeres. “Seguimos estereotipando y esto me parece que no corresponde. Cada mujer es libre de mostrar su autovalía como mejor le parezca, unas lo harán mostrando sus cuerpos, otras lo harán en las marchas luchando por los derechos, el tema es que podamos elegir”, sintetizó.
Estética y re-evolución
El cirujano plástico Marcelo Guijarro señaló que desde su perspectiva Wanda Nara no necesitaría de la cirugía estética para retomar su carrera de modelo o actriz. “Le bastaría cuidar su cuerpo de manera natural con ejercicios y una dieta balanceada y equilibrada. Principalmente porque una mujer necesita de una cirugía si a ella la hará sentirse mejor y le levantará su autoestima. Una cirugía es personal y no debe depender de la opinión de otro o de otros”, expresó. Agregó que luego de transitar por embarazos, cinco en el caso de Wanda, es lógico que el cuerpo de una mujer cambie de acuerdo con su genética y los cuidados que se dedicó a sí misma pre, durante y posparto. Por último, señaló que los métodos de belleza invasivos, es decir, que implican una intervención quirúrgica, no comportan riesgo de muerte si se realizan en centros médicos autorizados.
La productora de moda y directora de la revista digital Deja Vu, Gloria Paredes, aportó que “el verdadero conflicto radica en la necesidad imperiosa de aceptar y amar el cuerpo de una tal cual es”. “Esta necesidad de ser perfecta y la constante disconformidad nos atraviesa a todas, no importa la edad, el peso o la profesión. He trabajado con modelos de cuerpos ‘esculturales’ y puedo asegurar que ninguna de ellas deja de lado las autocríticas. Siempre les falta moldear algo, más altura, más centímetros en un lugar y menos en otro”, enumeró. Para Gloria una “re-evolución” está demandando una automirada femenina más benevolente. Y toda revolución se inicia con una etapa de descubrimiento para luego desatar otra de avance. “Repensar nuestro cuerpo e imagen es una tarea difícil cuando nos vemos invadidas por tapas de revistas photoshopeadas en exceso, miles de filtros de redes sociales y publicidades con ideales de cuerpos imposibles, irreales”, planteó Gloria. Pero no se trata de transitar este cambio con las piezas de vaqueta que les colocan a los caballos para que no vean a los lados, sino de “tener una imagen positiva de nuestro cuerpo amándolo y aceptándolo tal y como es, aunque no encaje en un ‘ideal’ mediático, una mentira que no nos hace bien ni nos ayuda a desarrollar otros aspectos de nuestra individualidad”, concluyó.
«Miénteme como siempre»
En septiembre de 2017 se creía haber dado un gran paso hacia la extinción de la violencia simbólica que sufren las mujeres cuando el Senado bonarense convertía en ley el proyecto antiphotoshop, merced al cual se debía advertir con la leyenda “esta imagen ha sido retocada y/o modificada digitalmente” en las publicidades gráficas y televisivas para que los usuarios no se frustraran con parámetros de belleza imposibles de cumplir. Pero la medida fue de corto aliento y a Salta directamente no llegó. “Hay ciertos códigos visuales y estéticos que imperan en cada época. En este momento los estándares estéticos son altísimos y están mediados por el photoshop porque que el público así lo pide. La publicidad trata de reflejar el gusto social. Muchas veces se dice: ‘Pongamos una mujer real’, pero cuando se lo hace se genera un rechazo generalizado”, señaló Juan Aranda, fotógrafo y director de la revista ABC.
Y de acuerdo con él el caso de Wanda lo ejemplifica porque “lo natural hubiera sido que nadie dijera o se asombrara de nada, ni para bien ni para mal”. Para Aranda el programa de herramientas digitales no es el enemigo, sino la mirada de la sociedad hacia las figuras públicas. “Hay una idealización que no permite ver la realidad. Todo el mundo sabe que las personas no tienen piel de porcelana. Sin embargo, se exige a las mediáticas que la tengan y la única forma de hacerlo es con un retoque fotográfico porque ni el mejor cirujano del mundo lo puede lograr”, razonó. Para él el foco está puesto en la idealización y la aceptación de esa idealización. “La fotografía es ficticia. El problema es que hay gente que no entiende ese límite porque está tomada desde hace mucho tiempo como un elemento de la realidad. Si hay una foto es verdad, y en realidad eso hace mucho que dejó de ser así”, dijo. Añadió que la fotografía es una importación cinematográfica. “La modelo está maquillada, peinada, rodeada de productores y asesores. La ropa que viste tiene 45 ganchos en la espalda para ajustarle el contorno y le luzca perfecta”, detalló.
Los apliques de photoshop alargan las extremidades y el cuello de las modelos, les engruesan los labios para tornarlos llenos e invitantes al beso, les angostan las siluetas. Pero la peligrosidad para Aranda está en la recepción de ese trampantojo.
“Estamos en un momento bisagra en el que cambian muchos paradigmas desde el punto de partida de que la persona que habla no sabés quién es, las relaciones son más personales que digitales y cada uno arma el cuerpo a su medida porque tal vez nunca se vean”, dejó flotando Aranda.
El Tribuno