Revelan las pruebas sobre la presunta lobotomía realizada a Eva Perón

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La noticia que daba cuenta de una supuesta lobotomía realizada a Eva Perón en 1952 para aliviarle el dolor provocado por el cáncer avanzado que finalmente le produjo la muerte surgió en los últimos días tras una publicación de The New York Times. Allí se daba cuenta de un trabajo que fue encabezado por un médico argentino, profesor de la Universidad de Yale.

Se trata del neurocirujano Daniel Nijensohn, quien en una entrevista con Infobae.com explicó detalles de la investigación «médica, científica, histórica y forense» que lo llevó a concluir que la operación fue llevada a cabo «en el otoño de 1952 por un equipo encabezado por el doctor James Poppen».

Todo comenzó cuando con un grupo de colegas neurocirujanos argentinos que residen en el exterior tomaron conocimiento de las declaraciones realizadas por el doctor húngaro George Udvarhely. Este afirmó en 2005 que había participado de una lobotomía realizada a «Evita» entre mayo y junio de 1952.

Nijensohn, que había conocido a Udvarhely (fallecido el año pasado) y calificado como «un hombre distinguido y reconocido en la especialidad», decidió que era momento de encabezar una investigación sobre un «tema tan interesante» como «las conclusiones que fueron logradas».

El equipo encabezado por Nijensohn comprobó que el neurocirujano húngaro trabajó en Buenos Aires entre los años 1948 y 1953 en el instituto Costa Buero, «dirigido por Raúl Matera y Ramón Carrillo, dos médicos muy próximos al entorno de Perón».

«Ahí comenzamos a buscar reportes históricos y documentos, a contactar a contemporáneos y sobrevivientes y una cosa nos llevó a la otra», contó el especialista de Yale. De esta manera tomaron conocimiento de la existencia de radiografías hechas al cuerpo en 1955 -ya momificado por el doctor español Pedro Ara- a pedido del gobierno militar que derrocó a Perón.

«Los militares de la llamada Revolución Libertadora querían confirmar la identidad del cuerpo comparando estudios dentales que estaban en posesión de odontólogos que habían tratado a Eva Perón», continuó su relato Nijensohn.

Sin embargo, el equipo de investigación no logró acceder a las placas del cráneo -vitales para comprobar la realización de la lobotomía-, pero sí a otras de «las extremidades, el abdomen y el torso, que mostraban la metástasis del cáncer, muy avanzado». Lo más buscado por los especialistas se presentó de manera inesperada: «En 1997 vimos una pélicula hecha por Tristán Bauer y allí se podían apreciar radiografías del cráneo de Eva Perón colgadas en un megatoscopio».

Utilizando «técnicas simples de computación de las imágenes congeladas, agrandamos la toma con contraste y brillo y para nuestra sorpresa las radiografías laterales del cráneo mostraban dos imágenes circulares radiolúcidas, exactamente lo llamado sutura coronal, o sea la parte del cráneo donde se practicaba la cirugía referida».

Nijensohn reconoció que este descubrimiento «dio un gran ímpetu a la investigación», ya que «las pruebas radiográficas comprobaban las declaraciones del médico húngaro». Consultado sobre las conclusiones definitivas que permiten ser inferidas de estas nuevas pruebas, el especialista argentino aclaró lo siguiente: «El único modo de probar fehacientemente que Eva Perón fue sometida a una lobotomía prefrontal sería exhumar los restos, estudiar el cráneo y comprobar la existencia de dos agujeros. Esto es imposible ahora y hasta absurdo. Quizá es algo que se dejará para la historia futura, pero lo más objetivo que tenemos son las radiografías del cráneo, que muestran dos imágenes circulares consistentes con agujeros de trepano».

El paso siguiente de los neurocirujanos argentinos que realizaron el trabajo investigativo fue ubicar al médico que realizó la compleja operación. Nijensohn reveló que se trató del doctor James Poppen, «muy conocido y famoso por ser especialista en hacer operaciones de lobotomía prefrontal».

Poppen cuenta en su haber con otros pacientes ilustres. «Operó a John F. Kennedy (por una hernia), a Bob Kennedy cuando fue baleado en California y al presidente mexicano Adolfo López Mateos por una hemorragia cerebral en los años 60. El doctor murió en 1978, pero contactamos a una de sus instrumentadoras que vive en Chile, la señorita Malena Riquelme, quien confirmó que Poppen estuvo un mes en Buenos Aires en el otoño del 52 y que operó a Eva. Esto fue corroborado con colegas suyos de Bostón (donde trabajaba Poppen) y figura en algunas publicaciones», concluyó Nijensohn.

El destacado galeno argentino, nacido en Mendoza y radicado hace 40 años en los Estados Unidos, cree que Eva Perón «no tuvo conocimiento» del tratamiento al que fue sometida. «La medicina en esa época era muy paternalista y no se comunicaba con los pacientes como ahora, no creo que se le haya informado de la lobotomía y sus consecuencias», precisó, al tiempo que llamó la atención sobre cómo «este secreto, que no fue nada más profesional, sino de Estado, pudo mantenerse tantos años, pese a la gran cantidad de personas involucradas».

La investigación encabezada por Nijensohn fue publicada en inglés en la prestigiosa World Neurosurgery y también hay una versión en castellano en la Revista de Neurocirugía Funcional, Estereotáxia, Radiocirugía y Dolor (Neurotarget).

Una práctica habitual de la época
Nijensohn explicó que «la operación se indicaba y se usaba en esa época para tratar dolor por el cáncer, para enfermedades psiquiátricas y para calmar la ansiedad, la agitación y la belicosidad». En los años 50 «era el último grito de la moda».

«En 1949, el Premio Nobel de Medicina fue otorgado al portugués António Caetano Egas Moniz, quien fue el que descubrió y desarrolló esta operación», puntualizó el profesor argentino.

En relación a las consecuencias de la lobotomía prefrontal, Nijensohn aclaró que «más que quitar el dolor, quitaba la reacción emocional al mismo, que hacía del paciente un poco infantil, inexpresivo».

En ese sentido, el neurocirujano mendocino afirmó que «todos los relatos de ella, incluso de gente que la vio y que escribió sobre sus últimas seis u ocho semanas de vida, describen una situación compatible con lo que hoy diríamos que corresponde a un lobotomizado».

«Mi esperanza es que haya obtenido suficiente alivio de este terrible dolor que la aquejaba por las múltiples metástasis de su cáncer, que vimos en las radiografías de las extremidades, torax y abdomen», señaló.

Sobre métodos alternativos que se conocían en esos años, Nijensohn mencionó a la morfina, aunque «había miedo a que los pacientes se vuelvan adictos, por más que ahora suene absurdo que eso podía pasarle a un enfermo terminal de cáncer». Finalmente, el doctor explicó que las primeras pruebas con neuropsicofármacos comenzaron a usarse a mediados de los años 50 y que cuando ocurrió lo de Eva «no se disponía de mucho más».

Fuente: Infobae

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