Ricardo Centurión reveló un crudo secreto de su adolescencia

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Foto Web

«Se llamaba Gastón. La noche anterior yo había salido y lo había invitado, pero su respuesta fue ‘no, no voy’, porque él laburaba de ayudante de albañil con el padre y el padre le depositaba la plata el sábado, porque si no se la daba el viernes y se pegaba el faltazo. Me había dicho: ‘Mañana me levanto temprano porque me toca laburar, pero cobro y salimos’. Era 18 o 19 de diciembre y, al día siguiente, cuando él me invita a bailar, le contesto: ‘No, Gastón, me quedo, yo salí anoche y estoy muerto’. Agarró y se fue. Hicieron una previa en lo de un amigo, en los departamentos atrás de Coto de Sarandí, de Avenida Mitre, y se fueron a un boliche acá en Avellaneda. Cuando vuelven, podían tomar dos líneas de colectivos: la línea 33 M y la línea 33 C; la M agarra para Lanús y la C sigue por Agüero. Él toma la M, se baja y tiene que hacer un tramo caminando para entrar a la villa. En ese tramo, se mete a un pasillo con otro amigo para cortar camino y no agarrar la cuadra larga y, en ese pasillo, se cruza a tres pibes y discuten. Le pidieron un cigarrillo o algo así… Después de eso, estos pibes prometieron que iban a volver y cumplieron. A las dos horas volvieron al lugar donde estaban mis amigos y ahí ocurrió lo que ocurrió: una pelea. El otro chico va, busca en la casa un cuchillo y cuando vuelve le da una puñalada a Gastón. Eran las 9 de la mañana, hacía un calor bárbaro y él estaba sin remera. Cuando recibe el cuchillazo como si fuera una piña, se ve que en el movimiento se lo corre para el costado y le corta la arteria. Yo dormía. Cuando se escuchó la pelea, mi mamá no me quiso levantar para que no salga y me sume y me avisó cuando ya no se podía hacer nada. Yo vivía en la parte de arriba de la casa, me desperté sin entender nada y justo tenía una escalera hasta la calle. Cuando bajo, lo veo venir tambaleándose y él se cae en el asfalto. Se asustó, se quedó pálido. Esto fue muy rápido, de la noche a la mañana, cuando lo encontré casi sin vida, en los brazos míos, mirándome. Parece de película, pero es verdad, estaba con su mano en el corazón queriéndome decir algo que no le salía. En medio, había un estado de desesperación, con todos corriendo para todos lados buscando un remís para llevarlo, pero ahí en la villa nadie quería prestar el auto y todos se lavaban las manos. Un vecino puso un camión de la municipalidad, pero ya era tarde. Cuando llego al hospital me informan que había fallecido. Su muerte dejó a un nene varón acá con nosotros. Después, al homicida creo que lo termina entregando su mamá. Era un menor, de 16 años. Ese fue el golpe más duro que sufrí en mi vida.”

Fuente: www.diarioregistrado.com

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