Donald Trump ya palpita lo inevitable: la apertura de un juicio político en el Congreso impulsado por los demócratas, que lo acusan de haber abusado del poder de la presidencia, al intentar utilizar la política exterior de Estados Unidos en beneficio propio. Pero, lejos de amedrentarse, respondió a la ofensiva con un desafío: «Ganaremos».
Trump reconoció ayer que los demócratas «desafortunadamente» tienen los votos necesarios en la Cámara de Representantes y «están todos alineados» para avanzar con un impeachment, pero el mandatario se mostró confiado en que los republicanos se mantendrán unidos, continuarán respaldándolo, y el juicio no terminará en su destitución.
«Lo llevaremos al Senado, y vamos a ganar», dijo Trump en uno de sus habituales ida y vuelta con la prensa.
En tanto, ayer una comisión de la Cámara de Representantes envió una citación a la Casa Blanca para que entregue documentos que puedan brindar detalles sobre los intentos del presidente de presionar a Ucrania para generar información que pudiera perjudicar la campaña del precandidato demócrata Joe Biden.
Trump terminó una de las semanas más complicadas de su presidencia decidido a dejarlo todo en su batalla política más importante desde que llegó al poder. Confiado, el mandatario se mostró seguro de que, tal como ocurrió con el escándalo del Rusiagate, logrará ahora también salir ileso, y los demócratas terminarán pagando un costo político. «Realmente creo que pagarán un tremendo precio en las urnas», dijo.
La oposición volvió a mostrar nuevos avances en la investigación con la cual intenta determinar si avanzará con un impeachment contra Trump, acusado de haber presionado a Ucrania para que investigara a Biden y a su hijo Hunter.
Anteayer, Trump sorprendió a todos al redoblar la apuesta y pedir abiertamente a China, el principal adversario geopolítico de Estados Unidos, que también investigara a los Biden. Trump dijo que es su «deber» investigar posibles casos de corrupción.
Para sus críticos y para los demócratas, Trump se incriminó a sí mismo al pedir en público la intervención de una nación extranjera contra quien hoy está posicionado como su principal contrincante para las elecciones del año próximo. Pekín trató de marcar distancias del escándalo.