Un nene de 11 años espera un trasplante de intestinos tras ser violado

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Para el 2014 cuando Maxi, de 7 años, oriundo de Resistencia, Chaco, fue hasta la casa de un amigo y vivió un verdadero calvario tras ser violado por el padre de su amigo, Omar Alberto Verón.

Ahora, cuatro años más tarde y a pocas semanas de que el agresor se entregue a la policía, el nene de 11 años fue sometido a una última operación en el Hospital Garrahan, para pasar a integrar la lista de espera de un donante de intestinos, tras sufrir la perforación de su aparato digestivo, producto del abuso que sufrió.

Verón abusó del pequeño aprovechando la ausencia de su hijo. Según contó Miguel Angel Orué, el papá de la víctima al sitio Crónica, el agresor encendió la máquina de cortar pasto y mientras el nene pedía auxilio, lo violó brutalmente. Después llegaron las amenazas para que guardara silencio.

Pero un día, ante el malestar de su hijo, el padre lo llevó a un doctor que descubrió el abuso. Maxi tenía un desgarro anal y perforaciones intestinales propias de un ataque sexual. Así empezaron tratamientos -mientras el agresor gozaba de libertad- y las operaciones, seis en total. “Hace cuatro años que estamos sufriendo”, contó Miguel a telefenoticias.com.ar sobre el difícil momento que vive la familia. “Maxi no nos contó nada a nosotros porque el tipo (Verón) lo amenazaba y le decía que lo iba a matar”.

Verón tiene 53 años, le dicen «El Japo» y se entregó a la Justicia de la provincia de Chaco, tras ser intensamente buscado mediante una orden de captura internacional. Está acusado por violar al nene que vivía en la casa lindera a la suya, en el barrio Nazareno.

El nene, que permanece internado desde hace tres años en el Garrahan, empezó a alimentarse mediante sonda y ahora lo hace por vía venosa. Mientras espera el trasplante, Maxi regresará a Chaco para continuar con el tratamiento, a la espera de ser operado lo antes posible. El nene necesita de cuidados específicos, por eso piden ayuda para quienes pueda colaborar, por medio de la Fundación Mandela. “El gobierno de Chaco envió una asistente, pero a la pieza de él le falta de todo”, dice Miguel.

En su familia son 11 integrantes, Maxi es el anteúltimo de los hijos. Al momento del ataque, el papá trabajaba en una empresa y tenía obra social. Gracias a ello, y ante las evidencias de que algo estaba mal, lo llevaron al hospital y así se enteraron. Pero ahora todo cambió.Miguel trabaja de albañil y para cuidar a su hijo se turna con su mujer y sus hijas mayores. “Nos turnamos para cuidarlo, tengo una hija de 25 que esta acá y no se va”, sostiene.

El papá contó que, en su último viaje a Buenos Aires, para cuidar de su hijo, lo despidieron de la constructora en la que trabajaba y la situación que viven es muy difícil. “Algunas personas nos ayudan y con eso compramos para comer. Hace tres años venimos esperando”, sostuvo. Si bien el plan es llevar a Maxi a Resistencia, donde todavía resta acondicionar la pieza para el nene, Miguel dice que no quieren trasladar a su hijo por miedo de que se demore el trasplante.

“No lo queremos sacar de acá, el trasplante lo hace Fundación Favaloro, ellos hablan de años”, dice preocupado, mientras que agradece la atención del hospital, donde Maxi recibe además atención psicológica. Luego relata que ahora que el agresor de su hijo está preso sienten “un poco de alivio” y que durante los cuatro años que estuvo prófugo toda su familia la pasó muy mal. “Mis otros hijos tenían miedo hasta de ir a la escuela”.

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