Un obispo cordobés se suma a la polémica por los curas abusadores: «Tienen que ir a la cárcel»

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«El papa Francisco reduce las penas a curas pederastas que piden misericordia». El título de la nota de la periodista Nicole Winflied, de la agencia norteamericana AP, sorprendió y sacudió al mundo.

En su artículo afirmó que Francisco, en su visión de una Iglesia misericordiosa, habría reducido las sanciones a un grupo de curas abusadores, entre los que se encontraba monseñor Mauro Inzoli, un obispo italiano que posteriormente fue condenado por un tribunal penal por haber abusado de cinco niños de 12 a 16 años.

Dos días después, y sin que el Vaticano se haya expresado oficialmente sobre lo denunciado, monseñor Sergio Osvaldo Buenanueva, obispo de San Francisco, Córdoba, y encargado de escribir el protocolo de acción ante casos de abusos sexual en la Iglesia, pide -en una extensa columna publicada por la agencia católica AICA– que los curas condenados vayan a la cárcel, sean apartados del sacerdocio y paguen a sus víctimas un resarcimiento económico.

«Un cura que es encontrado culpable de abuso sexual debe expiar su delito ante la sociedad. Normalmente, eso significa: cárcel», escribió Buenanueva, quien fue designado obispo de San Francisco por el papa Francisco en mayo de 2013.

Con el título «Abusos: verdad, justicia y misericordia», monseñor Buenanueva analiza la información de la agencia AP y de los medios que se hicieron eco de la misma. El obispo destaca el valor de las noticias sobre temas eclesiales y pide a los periodistas que no sean condescendientes con la Iglesia, pero «que sepan de qué hablan»: «Las críticas precisas, basadas sobre datos rigurosos y contrastados, son más incisivas y le hacen un enorme bien a la Iglesia, incluso si nos ponen a parir, como dicen los españoles. El ejemplo del Spotlight está ahí para ser imitado».

Y agrega: «Se trata de un tema delicado, complejo y sensible. El periodismo hace bien en investigar y publicar. Romper el silencio sobre este tema ha sido uno de los factores claves para que la Iglesia enfrente esta crisis, tal vez la más fuerte en estos últimos 50 años».

El obispo Buenanueva y el papa Francisco

El religioso sostiene que lo más importante es «dar voz a las víctimas y cuidar el proceso de hacerles justicia y ayudarlas en la sanación de sus heridas», pero que es necesario «poner algunos datos sobre la mesa», para analizar con seriedad la noticia sobre la «misericordia» que Francisco habría tenido con algunos curas abusadores.

«La información, según mi criterio, necesita ser más específica: ¿cuántos casos concretos son? ¿Basta hablar de un puñado de casos para después solo referir uno? ¿Qué características tuvieron esos delitos? ¿El papa Francisco mitigó una sanción ya establecida o eligió, como está previsto, una pena distinta a la propuesta por la Congregación de la Fe? ¿Qué circunstancias aconsejaron este presunto cambio? ¿Se hizo apelación al criterio misericordia? La mitigación de una sanción por esa razón ¿es contraria a la justicia? Tomar semejante decisión en ciertos casos ¿significa, sin más, bajarle intensidad a la lucha contra los abusos en la Iglesia?», se pregunta.

Y luego apunta a una campaña para desacreditar y dañar a Francisco: «¿No tenemos aquí un nuevo episodio de la resistencia al Papa y el deseo de desacreditarlo que, en Argentina, encuentra además un terreno fértil en varios actores que persiguen el mismo objetivo?».

El obispo afirma que «nadie desconoce que algunos que están disconformes con el mensaje de Francisco sobre la centralidad de la misericordia y la compasión, no dejan de señalar el ‘peligro’ de este acento, sobre todo, por las consecuencias que tiene para la forma cómo la Iglesia ha de entenderse y configurarse a sí misma en el complejo mundo de hoy».

Buenanueva señala que este cuestionamiento alcanza a las nuevas perspectivas en pastoral familiar, a la cercanía del Papa a los vulnerables, y a su enfoque de la ecología integral y el cuidado de la creación, «hasta llegar a este punto: su acento en la misericordia debilitaría la respuesta de la Iglesia a los abusos».

“Necesitamos generar un clima eclesial que haga que nunca más se den estos delitos que tanto daño han provocado en la vida de demasiadas personas”.

Aquí los párrafos más salientes de su extensa columna de opinión:

«La guerra contra los abusos en la Iglesia está en curso. Algunas batallas significativas ya han sido ganadas, y otras vienen siendo dolorosamente perdidas. Un solo caso es ya una tragedia. Creo que se ha pecado de ingenuidad al creer que semejante problemática humana e institucional era de rápida solución».

«Personalmente me inclino hacia la posición que sostiene que, en las actuales circunstancias, la comisión de un solo delito invalida ya al sacerdote para ejercer el ministerio. Por tanto, que la dimisión del estado clerical es la sanción más adecuada. Aunque no dejo de interrogarme por la parte de verdad que expresan las otras opiniones, digamos así, más garantistas».

«La víctima, que, incluso para el difícil proceso de sanación interior, necesita ver sancionado a quien le infringió semejante daño. Pero es hacer justicia incluso al victimario que, para su proceso de rehabilitación humana, necesita expiar su delito de forma concreta y -digámoslo sin tapujos- también dolorosa».

«Un cura que es encontrado culpable de abuso sexual debe expiar su delito ante la sociedad. Normalmente, eso significa: cárcel (…). También quienes han tenido diversos grados de responsabilidad de la conducta delictiva de los abusadores han de hacerse cargo de las consecuencias civiles de esos delitos, es decir: pagar los resarcimientos económicos que establezca la justicia. Esto vale para las diócesis, si los delincuentes son del clero secular, o para los institutos de vida consagrada, en el caso de religiosos o religiosas».

«Un sacerdote delincuente que es también un hombre pecador, jamás debe dudar de la misericordia de Dios y de la compasión de la Iglesia. Si se arrepiente tendrá el perdón abundante del Dios misericordioso, cuyo Hijo ha derramado su sangre para arrancar al mundo del poder deshumanizante del pecado».

«Misericordia, es ayudar a ese sacerdote a comprender que sus actos han herido tan profundamente el sacerdocio que, de hecho, ya no podrá ejercerlo como la Iglesia quiere que sea vivido: como expresión visible, pública y sacramental de la caridad del Buen Pastor».

«Benedicto XVI, refiriéndose a uno de ellos (curas protagonistas de hechos aberrantes), habló de verdaderos ‘falsos profetas’ que, en su momento, sedujeron a muchos, gozaron de un poder omnímodo y amplia impunidad. Algo que ha de movernos a un serio examen de conciencia en la Iglesia, especialmente entre quienes somos sus responsables».

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