Una actriz de ATAV quedó varada en una pequeña isla de Indonesia: vive un amor con su instructor de buceo

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“Si alguien me hubiese dicho que hoy cumpliría tres meses de viaje, me hubiese sorprendido. Ahora, si alguien me hubiese dicho hace tres meses que hoy estaría alojada y acostada en la cama de un instructor de buceo belga, en una isla muy chiquita en el medio del océano de Indonesia, a casi un planisferio de mi casa, con las fronteras de mi país completamente cerradas para volver y en el medio de una pandemia universal, creo que hubiera estallado de risa del delirio”.

Luli Torn atiende su celular después de haberle cargado crédito en un quiosco de Gili Trawangan, una pequeña isla en la costa noroeste de Lombok, Indonesia. “El wifi no anda acá, así que solo puedo hablar con datos. Tampoco hay muy buena señal, pero ahora debo ser la única que está despierta, así que podemos hablar tranquilas”, indica en una entrevista exclusiva con Teleshow.

La actriz, que se destacó por su personaje de Dina en Argentina Tierra de Amor y Venganza en 2019, está varada en la pequeña isla que tiene menos de 300 habitantes.

Llegó allí en medio de la pandemia del coronavirus con el objetivo de hacer un curso de buceo. Su idea original era quedarse cinco días, por eso llevó cuatro bombachas, dos vestidos, un short y dos tops -«literal, los tengo contados porque es lo único que uso y lavo todos los días»- pero las autoridades cerraron la isla y no puede regresar a Bali, en donde dejó su mochila de viajera.

“Cuando terminé de grabar ATAV dije que quería hacer un viaje largo, de entre tres y cuatro meses”, cuenta Luli sobre la aventura que emprendió el 1 de enero junto a cinco amigos (tres hombres, una chica y ella). El primer mes recorrieron Tailandia, Vietnam y Camboya, luego los hombres regresaron a la Argentina y la actriz y su amiga Juli continuaron el itinerario: Malasia, Singapur y Filipinas. “Sabíamos que hasta ahí lo hacíamos juntas y cuando llegáramos a Bali, el último destino del viaje, nos separábamos porque ella quería hacer un retiro de yoga y yo, un curso de buceo”.

La actriz estaba en pleno viaje cuando surgieron los primeros infectados en el mundo por el coronavirus en el continente en el que ella estaba. “Yo me enteraba por lo que me contaba mi familia y mis amigos por WhatsApp, porque allá el wifi no anda. Te dicen que funciona, pero no es así. Entonces, hay días en los que estás en una nube porque no te enterás de nada”, cuenta sobre cómo fue evolucionando la pandemia.

Luli no tenía pasaje de regreso: sabía que su viaje duraría entre tres y cuatro meses
Durante su estadía en Singapur notó que algo pasaba. “Es una ciudad enorme, y había muy poca gente en la calle”. “Y en Kuala lumpur -capital de Malasia- empecé a entender lo que estaba pasando”, recuerda la joven de 26 años, cuyos padres son médicos y siguieron de cerca el viaje de su hija para prevenirla y que tomara los recaudos necesarios.

Pero, según el itinerario que había planeado con su amiga, debía viajar a Filipinas durante un mes. “Allá me perdí y me olvidé de todo porque me llegaban mensajes cada tres días.

Es pura isla, una naturaleza espectacular, pero estás completamente aislado. Cuando llegué a Bali me encontré con la situación a flor de piel. Mis papás me informaron de toda la situación y siempre me transmitieron tranquilidad, porque me llegaban otros mensajes de mucha gente que estaba en pánico y yo no quería entrar en esa”.

Según su relato, en ese momento cayó en la cuenta de que era una pandemia “y que estaba pasando algo grave”. “El coronavirus se gestó en el continente en el que estoy, me pude haber contagiado porque conviví todo el tiempo con turismo chino», destaca mientras de lejos se escuchan los pajaritos y el viento del mar.

Cuando llegó a Bali también se enteró de lo que estaba sucediendo con los turistas que intentaban regresar a la Argentina. Personas a las que les cancelaron los pasajes, “me topé con otra realidad”. Sin embargo, en dicha isla de Indonesia las autoridades no habían tomado ninguna medida preventiva. “Estaba todo abierto, podías salir a comer a los restaurantes, a un bar a tomar algo. Y me empecé a alarmar”, reconoce la actriz que intentó no perder nunca la calma.

“¿Cómo puede ser que estemos haciendo esta vida de joda y que circule el canal de información por otro lado?”, se preguntó mientras su amiga Juli ya estaba planeando adelantar su regreso a la Argentina. Luli, por su parte, sabía que todavía tenía un mes más de viaje y realmente quería hacer el curso de buceo que tanto deseaba. “Era la razón por la que había ido a Bali». Su amiga se quería volver al día siguiente y ella debía tomar una decisión. “O me volvía a mi casa para estar encerrada en mi departamento sola y pasar la cuarentena o me quedo acá y voy viendo lo que sucede”, pensó y luego de analizar las posibilidades decidió quedarse y continuar con su aventura.

Sabiendo que en Bali no habían tomando ninguna medida de prevención, la actriz decidió irse a Gili Trawangan para evitar la propagación del coronavirus. Desde allí, explica su realidad. “Acá hace muchísimo calor, no podía llegar el virus”, destaca quien le dejó su mochila de viajera a un grupo de amigos en Bali y armó un bolso para irse a la isla. “De verdad agarré tan poca ropa porque pensé ‘me escapo unos días y cuando se acomode todo, vuelvo’”.

Llegó allí junto a tres amigas que conoció en un hostel, hizo el curso de buceo y después de cuatro días, cuando el viaje estaba llegando a su fin, una de las jóvenes regresó y ella decidió quedarse con otra chica. “Quiero aprovechar la isla”. Entonces, debió buscar otra habitación en donde hospedarse. “Ahí aparece el belga”, adelanta sobre la romántica historia de amor que está viviendo.

El amor en tiempos de coronavirus

Carla, su instructora de buceo española, le comentó que “uno de los chicos de la escuela” alquilaba habitaciones de su casa. “Ah, ¿el rubio? Ahora voy y le hablo», dijo. ”Cuando me dijo quién era ya lo había identificado porque en el barco ya habíamos cruzado algunas miradas», cuenta sobre Tom.

“Esa misma noche fuimos a tomar algo y desde entonces no nos separamos un solo día”, comenta entre risas y feliz por la historia que está viviendo.

Al poco tiempo las autoridades empezaron a cerrar la isla y las distintas actividades turísticas. Lógicamente, la escuela de buceo también dejó de funcionar. “Pero las playas no las pueden cerrar, y no hay riesgo de contagio porque hay tan poca gente que la distancia de prevención se da de manera natural”.

No dejaron entrar más turismo a la isla, cerraron los restaurantes y los lugares de entretenimiento. Entonces, llegó la hora de tomar una nueva decisión: “Me vuelvo a Bali -en donde también estaba todo cerrado- y me quedo encerrada en el hostel, o me quedó acá y voy a la playa”, recuerda y destaca que en donde está no hay ningún caso de coronavirus, es por eso que se siente muy segura.

“El agua es turquesa, está llena de tortugas de mar. Es un clima divino tropical”. No le costó mucho definir quedarse con ese paisaje. “Además, con lo de Tom, mi argumento fue más fuerte. Quería quedarme con él».

“Acá estaba cuidada, y con él”, continúa y reproduce su pensamiento en aquel entonces: “No tendré ropa, pero tengo felicidad”.

Mientras tanto, Luli no se olvidó de la realidad y siguió de cerca las noticias. “Cuando me enteré que habían cerrado las fronteras un poco me asusté. Me dio pánico porque una cosa era que yo había querido quedarme y otra saber que ahora no podía volver cuando yo quisiera”, admite desde la isla en la que no hay autos ni motos, “solo algunas bicicletas destartaladas”.

Al mismo tiempo está conforme con la decisión que tomó. “Yo en Buenos Aires vivo sola, y si volvía sabía que tenía que estar en mi departamento. Por otro lado, si empezaba a volver, cerraban las fronteras en el camino y me quedaba varada en un aeropuerto de Londres, por ejemplo, me fundía. Acá como por medio centavo de dólar”.

De todas maneras, Luli está expectante a las novedades y forma parte de un grupo que está en contacto con el consulado. “Son muchos los argentinos varados y sabemos que en algún momento se reabrirá el corredor aéreo, el mundo no puede estar aislado”, se tranquiliza. “Sé que no estoy dentro de las prioridades, porque hay personas mayores que deben regresar antes, pero también sé que en algún momento voy a volver. No tengo apuro y no estoy desesperada. Entiendo que otras personas sí».

El amor después del amor

¿Qué pasará con Tom? “No quiero ni pensar cuando te tengas que ir”, lamentó el belga. “No pienses. Vivamos el día a día. En el medio de un Apocalipsis, es mejor tener metas cortas a largos plazos”, intentó tranquilizarlo la actriz.

“Mi vida y mi carrera están en Argentina. ¿Qué le voy a decir? Él quiere ir para Buenos Aires, pero ¿dónde va a bucear? ¿En el Río de la Plata?”, explica la actriz y se conforma con la promesa que Tom le hizo de viajar para verla actuar. “Pero hasta que reabran los teatros…”, lamenta Luli, quien tenía propuestas laborales a su regreso, pero con la situación que está atravesando la industria no sabe lo que pasará.

“De repente tengo la posibilidad de vivir una experiencia en una isla. Con una historia de amor, si se quiere. Yo soy de aprovechar las oportunidades y que me quede una gran anécdota. Ya voy a tener tiempo para volver y estar en mi casa. Hay gente que realmente la está pasando mal y necesita regresar. A mí si me dicen que me tomo un avión en dos semanas o un mes, está bien. No sé qué pasará, pero tampoco me preocupa”.

La actriz asegura que el aire del mar la ayuda a pensar en positivo y a relajarse frente a esta pandemia. “Elegí quedarme en un lugar lindo y con una linda historia. Me muero por actuar, pero esta anéctoda es hermosa”, concluye Luli Torn que disfruta de cada momento del viaje que comenzó hace tres meses y en el cual conoció a personas que le dejarán un recuerdo inolvidable.

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