"Fui varias veces a Casa Rosada y no me dieron nunca un peso"

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Cuando el protagónico en cine parecía quedar como una asignatura pendiente en la carrera de Joaquín Furriel, el actor conoció a Marcial, un asesino serial que el director Alejandro Montiel -Extraños en la noche- le presentó para que él pariera. De esta manera, ambos -actor y director- regresan a la pantalla grande con Un paraíso para los malditos, un thriller dramático protagonizado además por Alejandro Urdapilleta y Maricel Álvarez.

La película cuenta la historia de este Marcial, un solitario y misterioso personaje, justo el día en que comienza su nuevo trabajo de sereno en el depósito de una fábrica en el conurbano bonaerense. Todo parece normal y monótono hasta que un asesino cambia su visión de la vida por completo. De ser un hombre solo, pasará a transformarse en algo así como el hijo de un padre loco (Urdapilleta), con demencia senil, y el novio de una madre soltera (Alvarez) víctima del abandono y la violencia.

En diálogo con Teleshow, el actor habló sobre cómo vivió la experiencia de verse por primera vez protagonizando en cine. Contó que 2013 ha sido un año que lo definió como actor, debido a los diferentes proyectos y personajes que interpretó. La propuesta para hacer Un paraíso para los malditos le llegó el año pasado, cuando estaba realizando Lluvia Constante en teatro, con Rodrigo de la Serna, y en la televisión era el Turco en Sos Mi Hombre.

«Cuando leí el guion, me pareció tan diferente de lo que estaba haciendo en ese momento que lo vi como una nueva oportunidad para hacer cine», dijo el camaleónico actor, que este año hizo dos películas.

Además, confesó que no podría haber entendido a Marcial si no hubiera atravesado la experiencia de haber sido dirigido por Alfredo Alcón en la obra de teatro Final de Partida: «Trabajar con él es trabajar en otra dimensión, Alfredo eleva el hecho teatral a un lugar tan sublime, tan único, que yo siento que si fuese de alguna religión, si fuese budista, sería como estar con Dalai Lama; si fuese católico, sería estar con el Papa».

En cuanto a la realidad que vivimos, a diferencia de lo que escucha y lee en diferentes lugares, el actor siente que estamos en un momento democrático saludable. De los medios, no está de acuerdo con que se catalogue al artista como K o anti K, según la manera que se desarrolle la entrevista. E irónicamente invita a analizar la década de los 90, cuando los «actores M» hacían ostentación de todos sus logros materiales en medio de una sociedad disgregada y pobre. «Ahora, a esos actores no se los cuestiona», sentenció Furriel. «Yo fui varias veces a la Casa Rosada, he ido a agradecer; no me dieron nunca un peso, jamás trabajé para el Estado. Sin embargo, sé que mucha gente que me conoce cree que yo tengo algún tipo de beneficio».

Lejos de la fama sintética y los aplausos dibujados, este virginiano de 39 años sabe milimétricamente cómo salir de la ficción para ser simplemente Joaquín, el papá de Eloísa, el hombre, el hijo, el hermano. Con hambre voraz por aprender y crecer, Joaquín Furriel sabe dónde está parado hoy, pero no hasta dónde es capaz de llegar.

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