El 19 de marzo de 2013, el día de la misa de inauguración del pontificado de Francisco , Sergio Sánchez, el cartonero amigo de Jorge Bergoglio, estuvo en primera fila, vestido con su ropa de trabajador, a la par de los poderosos del mundo: un mensaje claro. Y esta tarde, en otro mensaje claro de que nada ha cambiado y de que la prioridad para su pontificado siguen siendo los últimos, los pobres, los excluídos del planeta, el Papa bautizó a su hijo de siete meses en la capilla de Santa Marta. ¿El nombre elegido? Francisco.
«Es el primer hijo del ‘cartonero del Papa’, nació el 20 de marzo pasado y queríamos que Francisco pudiera bautizarlo. El nene estuvo tranquilo, se portó bien», contó a La Nación Sánchez, que otra vez se presentó en el Vaticano orgullosamente vestido de cartonero para la ocasión. «A Francisquito tampoco lo vestimos de gala, sino de trabajador, con un pantalón y una camisita blanca, normal», agregó, sin ocultar su felicidad.
Aunque Sergio, de 50 años, ya tiene otros dos hijos de 13 y 15 años, «Francisquito» es el primer hijo de su nuevo matrimonio con Jacqueline Gómez, de 27 años, que está embarazada de tres meses, esperando esta vez a una nena. «Sí, Francesca», dijo riendo Sergio, que destacó que la chiquita ya se llevó una bendición porque el Papa le puso la mano y bendijo la panza de su mujer. Para ella, el bautismo fue un sueño. «Fue la primera vez que lo vi al Papa, fue una emoción muy grande estar al lado de alguien tan importante. Fue una experiencia única que bautizara a mi primer hijo, lloré un poco y me quedé sin palabras. Es una bendición lo que estoy viviendo», dijo Jacqueline, visiblemente emocionada.
«El bautismo de Francisquito no es sólo importante para mi familia, para mi señora, sino que es importante para todo el pueblo. Porque es volver a la Argentina, que vive un momento de cambio y de incertidumbre y poder compartir su aliento a nuestra lucha por los excluídos, por la economía popular, los movimientos, los cartoneros, los vendedores ambulantes, los recicladores, los artesanos, los cuidacoches, los campesinos, los indígenas, y por el derecho a las ‘tres T’ que reclamó por segunda vez el Papa en el encuentro con los movimientos populares en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, en julio pasado: tierra, techo y trabajo», afirmó Sánchez.
Sólo en Buenos Aires hay unos 15.000 cartoneros, de los cuales 5000 registrados. Aunque son millones los que sobreviven reciclando cartón, como él, en todo el mundo.
La ceremonia de bautismo, muy íntima, fue a las 17 en la capilla de la residencia de Santa Marta. Al margen de ungir la frente y el pecho del bebe con los óleos, en una nueva señal de la importancia de que haya un trabajo digno para todos, el Papa también ungió las manitos del pequeño Francisco Sánchez, como él mismo explicó durante la ceremonia. Entre los pocos presentes en la capilla también estaba el padre jesuita Michael Czerny, número dos del cardenal Peter Turckson, titular del Pontificio Consejo de Justicia y Paz. Por voluntad del Papa, Czerny siempre se ocupó de los movimientos populares, que lograron pisar por primera vez en la historia el Vaticano en noviembre de 2014.
El padrino del bautismo fue el abogado Juan Grabois, militante de la Confederación de los Trabajadores de Economía Popular. «Fue una cosa maravillosa. Sergio es un dirigente que no es un chupamedias: por su sinceridad y honestidad, tiene un vínculo muy especial con Francisco y el bautismo fue muy lindo, muy emocionante», contó. «En un momento tan particular de la Argentina, de incertidumbre, de algún modo fue reivindicar los derechos de este sector de trabajadores», agregó. «Francisquito es un bebe que nació en un hogar de una familia pobre, luchadora, de Villa Fiorito, que pelea desde abajo, pero no individualmente, sino de manera colectiva para un futuro mejor para todos», también subrayó Grabois.
Conocido en todo el mundo como «el cartonero amigo del Papa», Sánchez se fundió en un abrazo con él cuando se reencontraron en el Vaticano. La última vez que se habían visto había sido en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, en julio pasado. «Cuando me ve, Francisco siempre se ríe. Y me pidió que sigamos rezando por él, que sigamos fortaleciendo a los pueblos nuestros y que sigamos trabajando para que no haya más exclusión social», dijo.
«Lo vi muy bien, le di nombres para que orara de compañeros, le hablé de una granja de rehabilitación en la que estamos trabajando y me dijo que me va a dar una carta para los chicos, para alentarlos en su lucha», agregó. Sergio detalló que para él viajar a Roma, donde llegó esta mañana y se quedará hasta el lunes, donde tendrá diversas reuniones de trabajo, fue un gran esfuerzo ya que debió pagar el pasaje para él y su señora. Y justamente porque consiguió vuelos baratos, tuvo una «odisea» de 27 horas de viaje hasta Roma, con diversas escalas. Pero seguramente valió la pena.
La Nación