Wiphala, nieve loca, papel picado, serpentinas y color, mucho color, como para conmover a los diablos que devoraban los destinos en el fondo de los oscuros socavones de las minas, fueron las marcas que dejó en los ojos y en la piel la quinta noche de Jesús María, dedicada a la música jujeña.
Los Tekis, la gran atracción del programa, estaban al final del horizonte de la madrugada, tal vez bajo un anunciado acecho de lluvia. Es que desde el amanecer y sobre todo con las nubes negras de la tarde, la tormenta parecía llevarse el festival por delante. Pero, cosa de brujos, el cielo se abrió y la gente marchó al anfiteatro en interesante cantidad: 9.200 personas pagaron entrada.
Carnavalitos y huaynos: el ritmo del norte está en la memoria de los pies argentinos desde las viejas clases de folklore. Pero además, es contagioso y sencillo de expresar con el cuerpo, como que basta con incorporarse en las tribunas o en las plateas dejarse llevar por los pies , y a veces aun sentados, siguiendo el pulso con los hombros.
Es decir, los ritmos del Altiplano cercano tienen el fuego de la fiesta a mano de la primera chispa. Y a los viejos ritmos conocidos, se suman la saya y el caporal.
Esa propiedad contagiosa del frenesí jujeño a veces puede llevara a la sobreactuación festiva y bailable. Claro está que, además, en el norte hay un encuentro ultura con el ritmo de cumbia que tiene un gran arraigo popular. Entonces, aparecen en escena acordeones. Anoche también se escucharon en varias formaciones instrumentos de viento de bronce, que tienen su lugar en el sonido de la música andina.
Por el escenario, ya en horario televisado, pasó Santiago Chumy, montado en alguna traducción de los timbres norteños para canciones de otro palo. Luego llegaron Los Queñuas, que apuntaron a presentar tradiciones como la danza la morenada y una muestra del Carnaval de Oruro. Acto seguido, Los Diableros Jujeños también apelaron a cuadros de pertenencia.
Después de la medianoche, la intensificación de la fiesta llegó con los cordobeses de Brisas del Norte, una banda que hace casi una década y media viene madurando y afinando su pasión por esta música regional, hasta exponerla con sabor y claridad.
Llegaron con varios invitados (como parte de la línea de bronces de Los Caligaris), y dispuesto a presentar el contenido de su nuevo disco,Tribal, gesto poco habitual en los festivales. Entre los atributos con que Brisas… encuentra su sentido personal, vale apuntar el aporte de la primera voz, Alicia Fernández León, que asume algo así como un estado de suave gracia en el escenario, además de lo que define su manera y su color para cantar.
Hasta que más allá de las dos de la mañana, Los Tekis atravesaron los parámetros, no sólo de la noche sino de las puestas festivaleras. La potencia con que se presentan su show, pensado sobre todo como espectáculo, se abraza especialmente a la gran pantalla de fondo donde se proyectan videos de notable expresividad y color.
Con espíritu de banda de rock, siempre están dando un paso adelante en el desarrollo del impacto de la puesta en escena; por ejemplo, ahora los videos del fondo sincronizan con la música ejecutada en vivo.
Mientras tanto, más allá de la pasión por los efectos (por ejemplo, los erkes pintados de verde fosforescentes apuntan más a los ojos), la música viene girando en el mismo remolino, como la traducción del contenido urbano de hits del rock nacional al paso del charango y los sikus, que consigue un claro resultado en la gente pues la convivencia es constante en cualquier rincón (quien no ha visto un dia de calor en un noticiero porteño ilustrado por Arde la ciudad).
Luego, el sostén son clásicos como El Humahuaqueño, Viva Jujuy, Cariñito, y propios como Cómo has hecho. El resultado, de cualquier modo es contundente, entre otras cosas porque la formación cuenta con músicos talentosos.
La lluvia volvió, como si hubiera cumplido un raro pacto de tregua, cuando Los Tekis habían atravesado apenas un puñado de canciones. Algunos se fueron, pero otros se quedaron para ver la nieve loca brillar hasta las cuatro de la mañana.
Fuente: La Vos