Un fenómeno potente e invisible: católicos a favor del aborto legal

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Santiago Cafiero es el nieto de Antonio, uno de los dirigentes más importantes de la historia del peronismo y es también el hijo de Juan Pablo, otro dirigente peronista que fue embajador de Cristina Kirchner ante el Vaticano. Cualquiera que conozca de historia política  sabe que la identidad de la familia Cafiero proviene de dos vertientes: una católica y la otra peronista. Santiago honra las dos tradiciones. Sus hijos van a colegio católico. Uno de ellos está por tomar la comunión en estos meses. Sin embargo, entre los Cafiero hay diferencias. Santiago está a favor de la legalización del aborto, por ejemplo. Sus padres, en cambio, están en contra. «Es un tema que se evita en mi familia», dice. «El 90 por ciento de mis primos son católicos y están a favor de la legalización. En cambio, mis padres, y el cien por ciento de mis tíos están en contra. Es muy evidente la cuestión generacional».

La diferencia de edad, sin embargo, no lo explica todo. Hilda «Chiche» Duhalde es de una generación anterior a la de los padres de Santiago. La fe católica es tan fuerte en su familia que una de sus hijas estuvo a punto de ser monja: se internó dos años en un monasterio. «Chiche», se sabe, es la esposa del ex presidente Eduardo Duhalde y fue su ministra de Desarrollo Social. «Yo he tenido cinco hijos. Jamás se me hubiera ocurrido realizarme un aborto. Lo considero un asesinato. He estado embarazada. He visto las ecografías de mis nietos. Eso es una vida. Pero entiendo que mi opinión no es la única. Y además, se trata de una cuestión de salud pública. La manera de evitar las muertes no consiste en castigar a las mujeres que abortan».

Hilda tiene más de setenta años. En cambio, Carolina «Pampita» Ardohain apenas cumplió cuarenta. Como se sabe, Pampita es una muy popular modelo y animadora de la televisión argentina. Como a muchas mujeres, le preguntaron cual es su opinión sobre la posibilidad de despenalizar el aborto. Pampita explicó que ella es católica, que sus hijos van a un colegio católico, que jamás contemplaría la posibilidad de abortar y que si una hija suya evaluara esa opción, intentaría convencerla de que no lo hiciera. Pero sostuvo que, de todos modos, está de acuerdo con la despenalización del aborto. «Si las mujeres abortan, deben hacerlo en condiciones seguras», afirmó.

Una de las diputadas que más sufrió por su voto a favor de la legalización fue la chaqueña Aida Ayala, entre otras razones porque ella es una asidua concurrente a misa. Un párroco de su ciudad anunció que debía ser excomulgada. Aunque la inmensa mayoría de los sacerdotes están alineados, o en silencio, también en ese ámbito hay excepciones. El padre Francisco Oliveira es el cura que está a cargo del territorio de Isla Maciel. Fue designado allí por el propio Papa Francisco, cuando era arzobispo de Buenos Aires. El miércoles estaba fastidiado por las declaraciones del médico Abel Albino. «La Iglesia no es una secta. Muchos pensamos diferente. Yo defiendo que se distribuyan preservativos para prevenir enfermedades y para evitar embarazos no deseados. No tengo ninguna duda. Me gustaría que todos los chicos del barrio tuvieran acceso a ello».

Sobre el aborto, dijo: «No me gusta que nadie aborte. No me gustan los extremos. No acuerdo cuando alguien dice que con su cuerpo puede hacer lo que quiere. Pero creo también que no es un problema penal y que es un tema de salud pública. Somos muchos los católicos que, en función de eso, creemos que se debe legalizar».

-¿Qué es ser católica para vos?-le pregunté unos días antes de que Diputados le diera media sanción a la legalización del aborto.

-Recibí todos los sacramentos, voy a misa los domingos, tomo la comunión, mis cuatro hijos van a colegio católico. Estudié desde el jardín de infantes hasta quinto año en colegio católico. Dios siempre fue una presencia en mi vida y en la de los míos.

Cecilia Ousset tiene 42 años. Es una tocoginecóloga tucumana que trabajó muchos años en el Hospital Lagomaggiore, la maternidad más grande de Cuyo. «Yo me siento muy avergonzada de lo que hice allí. Por eso me siento obligada a hablar. Sinceramente, creo que he pecado por la manera en que trataba a las mujeres que llegaban desangrándose a la guardia del hospital. En su mayoría, eran mujeres jóvenes y pobres, algunas de ellas con varios hijos, que en su desesperación se practicaban abortos con cualquier inexperto. Llegaban muchas veces con el intestino o el útero destrozados. Eran muchas. Yo he realizado hasta 18 legrados en una sola guardia. Y mentían, porque sabían que era un delito. Nosotros llamábamos a la policía. He visto mujeres moribundas que eran interrogadas para que digan quién les había realizado el aborto en los últimos minutos de su vida. En lugar de entender, nosotros juzgábamos. Visto desde aquí, me parece todo dantesco, una pesadilla que sigue ocurriendo».

Cecilia agrega: «La Iglesia te forma, te moldea de tal manera que es muy difícil salirse de ese lugar sin sentir una terrible culpa.  A mí me pasó que en un momento sentí que estaba yendo justamente contra los principios de Jesús, que era tan piadoso con los débiles, con las prostitutas. Sentí que, en función de lo que me habían enseñado en la Iglesia, me había deshumanizado, y había abandonado los verdaderos principios cristianos».

-O sea que te seguís sintiendo parte de la Iglesia…

-Sí, claro. Pero en este tema pienso distinto.

-¿Y se puede combinar las dos cosas?

-Yo creo que sí.  Igual, me da pena ver que hacen rezar a los chicos en las escuelas para que no se apruebe la legalización. Yo a los míos les explico lo que pienso.

Marta Alanis es la fundadora de Católicas por el Derecho a decidir. Hace algunas semanas declaró en Infobae: «Nosotras las feministas católicas le damos un valor a la vida en gestación, no nos es indiferente, pero decimos bueno, la vida tiene también un valor gradual, por eso adherimos a la despenalización y legalización de la interrupción de un embarazo en un momento de temprana gestación». Alanis abortó dos veces en situación de clandestinidad. Estuvo exiliada, tuvo cinco hijos y, ante un nuevo embarazo, sintió que no estaba en condiciones de afrontar el desafío de tener más hijos.

En su historia reciente, la Iglesia argentina se ha opuesto al matrimonio civil, al divorcio vincular, al voto femenino, a la distribución de preservativos para prevenir la muerte de miles de personas, al matrimonio igualitario, a la educación laica, y se ha mantenido en silencio ante los abusos de niños por parte de decenas de sus sacerdotes, cuando no los ha protegido directamente. Este recorrido explica, en parte, la sostenida pérdida de fieles que ha sufrido. Lo que no se puede evaluar es hasta dónde llega la grieta interna. Los obedientes siempre parecen muchos más. Pero es evidente que hay cada vez más excepciones.

Que más de la mitad de los diputados hayan votado por la legalización habilita a preguntarse cuál es el real predicamento de la jerarquía ante sus fieles. Algunos ejemplos. Felipe Solá (Frente Renovador, Buenos Aires): «En mi caso me siento católico y no por educación sino por convicción y por fe. Lo que hay que tener es amor, comprensión, piedad acompañamiento de la mujer… hace muchos años que no veíamos las humillaciones a las que han sido sometidas». Manuel Correa (FPV, Buenos Aires): «Como católico creo firmemente en la misericordia a nuestras mujeres y como diputado mi voto es a favor del aborto legal seguro y gratuito». Olga Rista (UCR, Córdoba): «Personalmente soy católica de formación y estoy en contra del aborto. Pero creo que la despenalización es el camino que debemos seguir». Incluso Silvia Lospenato, la diputada que se transformó en uno de los símbolos de la despenalización, concurre con cierta regularidad a misa.

En 2010, cuando se debatió el matrimonio igualitario, Santiago Cafiero era concejal por San Isidro y lo apoyó. Cuando Clarín publicó el dato, Antonio, su abuelo, lo llamó para conversar.

-Quiero entender por qué mi apellido aparece asociado a esa ley.

Santiago sonrió.

-Abuelo, los tiempos cambian. Tu generación no entiende algunas cosas de la mía. Y a la mía le cuesta entender algunas de la tuya.

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