Templados por la emoción

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Sergio Galleguillo llevó la fiesta al escenario

Cielo despejado, 21 grados de temperatura, humedad del 83 por ciento, sin vientos en la superficie. Después de la lluvia y los nubarrones con los que culminó la primera noche, los datos del tiempo eran importantes para quienes se aprestaban a vivir la segunda luna de Cosquín.

Anoche, la plaza Próspero Molina tuvo airecito fresco y un programa que anunciaba a Sergio Galleguillo, Abel Pintos, Aymama, un encuentro payadoril entre Nicolás Membriani, Lázaro Moreno y Germán Montes, Tarragó Ros y Pacho O’Donell, Canto 4, Omar Moreno Palacios, como parte de una larga lista de cantores que seguramente conduciría a la madrugada.

Durante la tarde, la presencia de nubarrones que merodearon el cielo coscoíno, dividió las actividades de las brigadas de los entretenidos por el folklore. Por un lado estuvieron los que eligieron quedarse bajo el alero, acaso guitarreando y mateando; por el otro, los que desafiaron al viejo río Cosquín, que tras las lluvia de la noche anterior bajaba toro, y se instalaron a sus orillas con los enseres del oficio festivalero. De una manera u otra, la tarde de la segunda noche repitió su tradición hasta la puesta del sol.

Después de una previa que entre otros cantores tuvo al quichuista santiagueño Vitu Barraza, a las 22, con la puntualidad que exige la televisación, comenzó el rito de la apertura. El Himno a Cosquín, el ballet, el grito y la arenga del maestro de ceremonias, Marcelo Simón, dedicada anoche al “amor furioso y suave”.

La plaza estaba cubierta en un 70 por ciento cuando el apóstol de la riojanidad, Sergio Galleguillo, subió al escenario Atahualpa Yupanqui. Directo al corazón festivalero, Galleguillo comenzó su ráfaga con El camión de Germán para terminar media hora después con el infaltable Carnaval en La Rioja. Chaya, harina y el en estos días infaltable “aguante Famatina”, cargaron de sentidos la actuación del cantor riojano, que tuvo el bis reclamado por un público en pie de fiesta.

Miguel Ángel Estrella, el ballet Lo Lamento por la Baldosa y el ballet El Aleph, rindieron homenaje a las Madres de Plaza de Mayo con un show colorido, que comenzó con la clásica Chakay Manta, por el mismo Estrella al piano. El espectáculo continuó con canciones como Hasta otro carnaval, de Raúl Carnota, Qué bueno qué bueno, de Jarabe de Palo y el final con La Pobrecita, con Estrella nuevamente al piano, mientras algunas Madres desde el escenario recibían el aplauso de la Próspero Molina y se llevaban los ponchos coscoínos.

Historia y chamamé
Tras la primera gran emoción, la noche todavía tenía mucho para decir y en lo inmediato lo dijeron el historiador Pacho O’Donell y Antonio Tarragó Ros con el espectáculo “Pasiones”. Desgranando las historias de Camila y Uladislao, San Martín y Merceditas, Bairoletto y la Justicia, entre otras pasiones traídas desde el tiempo y contadas con música y palabras.

Enseguida, Aymama le pondría sensibilidad femenina a una plaza asombrada y dispuesta a más. El equilibrio entre lo vocal y lo instrumental caracterizaron un repertorio refinado y muy bien tratado. La noche fresca buscaba su forma en la plaza Próspero Molina como en los alrededores. Mientras la música sonaba desde el escenario mayor, en las calles, los fogones y las peñas la noche del sábado latía en busca del domingo.

Fresca, pero latía. Una nueva luna de Cosquín.

 

Fuente: La Vos del Interior

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