No terminará el invierno en Estados Unidos y Alberto Fernández ya habría protagonizado su primera reunión bilateral con Donald Trump. Por lo menos esa es la expectativa que existe en Washington respecto de una probable visita oficial que haría el futuro presidente de la Argentina a la Casa Blanca.
Además de su encuentro con Trump, Fernández tiene intenciones de entrevistarse con Kristina Georgieva, flamante directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), y David Malpass, titular del Banco Mundial. Asimismo, no se descarta una visita al Capitolio y la posibilidad de una conferencia sobre América Latina en un prestigioso centro académico en Washington DC.
Trump quedó conforme con el fugaz diálogo con Fernández, y por eso habilitó la preparación de una gira oficial que podría realizarse en febrero. La fecha no es azarosa: el próximo gobierno peronista necesita reperfilar la deuda externa con el FMI y los bonistas bajo legislación extranjera, y un cónclave con Trump en el Salón Oval mejoraría la posición de la Argentina en la mesa de negociaciones.
En Washington aguardan a Fernández para conocer sus opiniones respecto a la lógica interna de su gobierno y la proyección hacia adelante de su agenda internacional. Están interesados en saber si Cristina Fernández de Kirchner influirá en las decisiones del Poder Ejecutivo y hasta qué punto Argentina modificará su perspectiva en las relaciones exteriores.
Cuando Cristina Fernández estaba en Balcarce 50, las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos fueron traumáticas. La decisión del canciller Héctor Timerman de violentar una valija diplomática del FBI y la firma del Memorando con Irán por la causa AMIA -por citar dos hechos importantes-, congelaron el vínculo entre Buenos Aires y Washington, al margen de la agenda común en asuntos de seguridad, inteligencia y narcotráfico.
Desde esta perspectiva, Fernández podrá explicar en el Salón Oval lo que repite como una letanía cuando recibe a protagonistas del establishment en sus oficinas de la calle México: Cristina no participa de las decisiones de gobierno, aunque es de consulta permanente por su conocimiento del poder y el funcionamiento del Estado.
El Factor CFK no es menor para Trump y la Casa Blanca. Fernández deberá extremar su capacidad de convencimiento en un asunto que puede marcar las relaciones de su gobierno con la administración republicana.
El futuro presidente de la Argentina era jefe de Gabinete de Néstor Kirchner durante la Cumbre de las Américas en Mar del Plata, y en esa oportunidad George Bush abandonó la Costa atlántica en llamas por los discursos en contra del ALCA y el acto populista que protagonizó Diego Maradona.
Si Fernández explica bien en la Casa Blanca, apalancado sobre el pragmatismo extremo de Trump, todo habrá quedado en un incidente diplomático con escaso daño colateral.
Ademas de la política doméstica y la eventual influencia de CFK, en Washington quieren saber sobre la agenda internacional de Fernández. Cuando era candidato presidencial del Frente de Todos, Fernández planteó una posible renuncia de la Argentina al Grupo Lima y un plan alternativo para tratar de resolver la crisis en Venezuela.
Trump apuesta al Grupo Lima y no lo quiere a Nicolás Maduro sentado a la mesa de negociaciones, una posición geopolítica que choca de frente con las ideas que propone Fernández para iniciar una transición ordenada en Venezuela rumbo a elecciones libres y transparentes.
En este contexto, el presidente electo aterrizó en México. Fernández tiene prevista una cumbre con Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y su intención es proponer al presidente mexicano unir fuerzas con Uruguay para cambiar la lógica de negociación ante la situación dramática en Venezuela.
Fernández cree que la propuesta que predomina en el Grupo Lima no conduce a ningún lado y que las decisiones del presidente interino Juan Guaidó no sirven para garantizar una transición ordenada. Sin dudas, su probable reunión bilateral con Trump servirá para explicar por qué sostiene esta posición y escuchar que el presidente de los Estados Unidos considera que, en principio, Maduro no puede formar parte de la mesa de negociaciones.
Trump aseguró durante la charla de diez minutos que mantuvo con Fernández que ya había hablado con el FMI, y ahora aguarda que el futuro presidente de la Argentina describa cómo será su programa económico. La Casa Blanca prefiere planes apoyados en el libre comercio y en la posibilidad de remesar las ganancias obtenidas. Puro capitalismo que Trump aplica al máximo.
Sin embargo, el presidente de los Estados Unidos tiene una preocupación más importante: evitar que la influencia de China se fortalezca en la región. Trump sabe que CFK concedió la instalación de la base de la potencia asiática y que Xi Jinping podría apoyar a las finanzas argentinas a través de continúas inversiones en territorio nacional.
Esta preocupación geopolítica de Trump, sumada a los mecanismos que se analizan para desalojar a Maduro del poder, influyen en la posición final que asumirá Estados Unidos en el board del Fondo Monetario Internacional cuando se trate el caso argentino.
Trump prometió apoyo en la transición y durante las primeras semanas de la administración de Fernández. Pero ese respaldo se puede disipar o fortalecer de acuerdo a los resultados de la cumbre que se realizará en el Salón Oval. Ese día, aseguran en Washington, será muy importante para el gobierno liderado por Fernández.