«Apalo» Villalba: El maestro de la guitarra que supo trasmitir amor y respeto por  la música

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Un 3 de febrero de 1990 quedaba en silencio la guitarra de Pedro Aparicio Villalba “Apalo” para quedar en el recuerdo de aquellos amantes de su arte y la familia que forjó en La Banda. Por ello, en su honor la Siesta Salamanquera le brindará este domingo un homenaje por su aporte a la cultura.

Treinta años después de su partida, casualmente un 3 de febrero, su hija Mirta Nélida o simplemente “Koqui” Villalba recibió a LA BANDA DIARIO para recordar a aquel hombre honesto que hizo de su talento musical su modo de vida.

Koqui Villalba

“Apalo” nació en El Alambrado, departamento Banda, y vivía junto a su madre en un humilde lugar por lo que desde niño comenzó a trabajar en el campo para colaborar hasta que siendo aún un adolescente decidió buscar un nuevo rumbo en La Banda.

“Mi papá siempre contaba que estaba solo y conoció, en el barrio Banfield, a los Reyes. El padre de familia prácticamente lo adoptó como un hijo más y desde entonces para él todos eran sus hermanos y por supuesto fueron mis tíos, hablo de Chary, Rojitas, Chiry Reyes quienes me decían ‘la rubita’”, rememoró Koqui.

También destacó que de ese amor fraternal nace la estrofa de la chacarera ‘Domingos santiagueños’: ‘Añoranzas de La Banda, achalitay que hermosura, Apalo con sus hermanos, preparan la compostura’.

En torno a su trayectoria como músico, Koqui contó: “Mi papá aprendió a tocar la guitarra de oído, era un autodidacta, pero amaba tanto la música que fue descubriendo los secretos de la guitarra y el contrabajo. De esa manera comenzó a acompañar a otros músicos y forjó su carrera”.

Villalba integró la “Orquesta América”, “La orquesta de Jazz” de Lulo Gorostiza, “Los Caballeros del Tango” entre otras. Fue también, un infaltable amenizador del célebre «Rincón de los Artistas «de Don Pedro Evaristo Díaz.

“Luego le llegó una gran oportunidad que fue formar parte de la Orquesta estable de LV11 Radio del Norte. Aprendió a leer partituras y concursó, se ganó su lugar y acompañó -hasta el día de su jubilación- a los artistas locales y nacionales que visitaban la emisora”.

“Puedo decir orgullosa –continuó- que mi papá con su ‘guitarrita’ hizo estudiar a sus tres hijos. Yo me recibí de maestra al igual que mi hermana María Estela, y mi hermano Pedro obtuvo su título de Maestro Mayor de Obras. Para él y mi madre María Estela fueron sus más grandes logros”.

Un patio tradicional

El barrio Banfield tenía su propio lugar de encuentro de los más grandes folcloristas y era la casa de la familia Reyes, donde “Apalo” era un integrante más.

Los domingos era casi obligatorio concurrir a la casa de los Reyes donde no faltaban las empanadas, el asado y la bebida bien fresca para acompañar la sobremesa que se extendía prácticamente hasta la noche.

“De a poco iban llegando los músicos y junto a mi papá Apalo tocaba Martín Rodríguez, Ñato Suárez; Ponce; Niño Juárez; Héctor Carabajal. Se escuchaban chacareras, gatos, zambas, pasos dobles. Era una fiesta, se cortaba la calle para que la gente pueda bailar”, contó Koqui.

También señaló que a su casa ubicada en la calle Omill lo visitaban grandes amigos como Hernán Figueroa Reyes, el Chango Nieto y Zamba Quipildor.

“Cuando no tenía giras con las orquestas se dedicaba a su huerta y plantas frutales. Jamás vendió nada de lo que cosechaba, lo regalaba a los vecinos y eso que no éramos una familia de dinero, con eso demostraba su humildad y fue nuestro ejemplo”.

De los descendientes de “Apalo” ninguno siguió sus pasos en la música. “Antes de morir repartió sus instrumentos entre sus tres hijos (dos de los cuales ya fallecieron) y ahora sólo nos queda recordarlo, pero siento una gran satisfacción cuando aún hoy viene gente a buscar su casa y querer saber sobre él. Indudablemente dejó huellas profundas”, destacó.

Pasaron treinta años de su partida, pero el recuerdo de su padre sigue intacto. En varias partes de la entrevista el rostro de koqui pasaba de la tristeza a una sonrisa cuando contaba algunas anécdotas y los momentos compartidos en familia.

Legado

Vale indicar que si bien sus hijos y nietos no tomaron la “posta” quedaron sus discípulos. “Ya no quedan formadores musicales como él, porque no sólo les dejó la enseñanza de cómo tocar un instrumento sino les trasmitió el amor y respeto por  la música. Entre sus  alumnos puedo nombrar a Alfredo “Alito” Toledo, Guillermo Ocon, “Pochy” Carrillo, Víctor Acuña, Luis Lazarte, entre otros”, señaló orgullosa la primogénita del inolvidable “Apalo” Villalba.

 

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