Carlos Carabajal: El recuerdo a seis años de su partida

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Foto: Flia Carabajal

 

Recordar a Carlos Carabajal es simple, es tararear una chacarera, es oír esa voz pausada y esa tonada bien bandeña. Es verlo pensativo y con una mirada ausente abrazando a su compañera que acariciando sus cuerdas el arte mismo obsequiaba.

Era de esos hombres que tenían el don de describir a la perfección estilos de vida, dibujaba con palabras los paisajes y los pintaba con melodías. Y tal vez presagiando su despedida Carlos Carabajal ofrendó su última zamba que decía: «Si me pides que te olvide así, no podré, no podré, un adiós nunca mata un cariño, no mata una pena, no mata un querer» y así debe ser, por que a pesar de haberse ido el recuerdo sigue intacto en el corazón de la gente que disfrutó sus chacareras, que aplaudió sus ocurrencias y que lo respetó como el grande que era.

«No llores más chacarera, no estás sola con tu pena, que tu padre no murió, está en cada uno de los versos que con amor te escribió. Ahí llegan los cantores, guitarreros, bombistos y hasta el violín de don Sixto que acompañan tu dolor. Y las calles de La Banda florecidas de lapachos, aún sollozan recordando, cuando a tu padre llevaron al campo santo cantando». (*) 

Seis años sin la magia

Como por un decreto Carlos Carabajal hace seis años había decidido «Tener un campo en el cielo y sembrando estrellas vivir» y así lo entendió su familia que al momento de rendirle un homenaje decidió reabrir las puertas de la «Peña La Chacarera».

No se realizan invitaciones pero la casa del cantautor bandeño, ubicada en la calle Alberdi, está siempre colmada de amigos, músicos y bailarines que unen para recordar al «Padre de la Chacarera», tal como lo había bautizado su entrañable amigo Carlos Saavedra.

Como en sus épocas de gloria de la Peña bandeña las zambas, gatos y escondidos comienzan a sonar y Juan Saavedra «El bailarín de los montes», mudanzea con el alma y el corazón, con sus manos dirigidas al cielo por que se lo dedicaba a él y a nadie más.

Las palmas surgen, las lágrimas se secan, los bailarines entendieron que la mejor forma de homenajearlo es volver a sentir esa música en el cuerpo. La guitarra de Carlos Carabajal se deja acariciar y suena después de años de silencio y tímidamente aparece llena de dolor, revelándose a este encuentro por que extrañaba a su padre.

Pero lo encontró allí en el sentir de cada uno, entonces permitió que la abracen, que la hagan propia, que la canten y así revivió la chacarera, dejando atrás la tristeza y sabiendo con certeza que su único dueño es Carlos Carabajal.

(*) Fragmento de la poesía «A Carlos Carabajal» de Mary Escañuela

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