El paso del tiempo había cubierto aquel conflicto. Sin embargo, al cabo de cuatro siglos, los seguidores de Núñez de Prado volvieron a enfrentar a los de Francisco de Aguirre. Esta vez, claro está, en el campo de las ideas, en el cual solo cuentan los argumentos y las pruebas (aunque no esta ausente la pasión).
El enfrentamiento se reavivó en torno a un festejo que exigía señalar a un individuo, a un fundador…..Quizá, por esa arraigada creencia de que a la historia, no la hacen tanto los procesos sociales, sino que en su curso, influyen más los individuos “monumentables”.
Para unos era Francisco de Aguirre y para otros, Juan Núñez de Prado. La Academia Nacional de la Historia se inclinó por el primero, a pesar de que no pocos historiadores locales, reconocían argumentos y pruebas más sólidas, a favor del segundo.
A partir de ese momento, la disputa alcanzó picos insospechados. Conocida es la anécdota de que en el Profesorado Provincial (ISPP nº1) hubo un docente que se negaba a compartir mesa examinadora (de Historia de Santiago del Estero) con una colega, debido a su discrepancia en torno a esta polémica. También, ese mismo docente “pradista”, manifestó un marcado enojo al ver que en el monumento a Francisco de Aguirre(1969), hubiera una llama votiva; símbolo que a su juicio solo debía ser privativo de sitios como el Monumento a la Bandera, o la Catedral de Buenos Aires por guardar los restos de San Martín.
En la misma línea, otro historiador local, recomendaba inadecuado reconocer a Francisco de Aguirre como fundador, ya que eso, podría servir como argumento expansionista a Chile; teniendo en cuenta que dicho conquistador entró desde tierra trasandina por orden de Pedro de Valdivia, a cargo por entonces de la recién creada Gobernación de Chile.
Como puede verse, los “pradistas” y “aguirristas” del siglo XX no blandían las armas blancas aunque si conservaban las “rojas pasiones”.
En los años ochenta, el duelo pareció acabar con el hallazgo de nueva documentación, según la cual, no quedaba margen de duda de que Barco y Santiago fueron la misma ciudad; y por lo tanto que Núñez había sido el fundador y Aguirre solo había hecho uno de los tantos traslados, además de cambiarle el nombre.
Al fin, quienes por años sostuvieron que Núñez siempre había tenido plenos derechos, (que además habían sido reconocidos en su tiempo por la mismísima Audiencia de Lima), se sentían felices…. ¡¡¡El fundador de la ciudad era un hombre que nunca había enfrentado a la Iglesia Católica!!!…No como Aguirre, para quien “a una república le convenía más un herrero que un cura» o para quien, “embarazar indias era un acto de evangelización por cuanto el mestizo era más propenso a cristianizarse que el indio”.
El fin de esta pulseada entre “pradistas” y “aguirristas”, parece finalizar hoy, coronando el triunfo de los primeros con una reciente aprobación –por parte del Concejo Deliberante del municipio capitalino-de un proyecto para realizar un monumento a Juan Núñez de Prado sobre la nueva costanera sur.
En toda esta disputa se habló mucho de los derechos que asistían a cada uno de los personajes contrincantes. Pero nunca estuvo presente el derecho de los pueblos originarios.
Porqué si a Núñez de Prado le asistía mayor derecho que a Aguirre: ¿Qué derecho tenía Núñez de fundar una ciudad y someter a la población originaria?….Su derecho: ¿se basaba en bulas papales o en tratados como el de Tordesillas, según el cual, siendo la Tierra de Dios el papa de una religión podía otorgar territorios a los creyentes de la misma ?… ¿Y que había del derecho de los otros dioses o de los “otros papas”?
Si para hablar de justicia (no de “derecho”) debemos excluir la fuerza, ni Prado ni Aguirre hicieron un acto justo, al fundar ciudades y quitar territorios…Porque si al fin y al cabo, si la acción de Aguirre se basaba solo en la fuerza: ¿a caso la de Prado no intentaba hacer lo mismo con los originarios?. En todo caso, estos últimos podrían quejarse….(ante nadie)
Quizá en un plazo corto o mediano, un nuevo monumento a un conquistador español cortará el horizonte….Bien podríamos preguntarnos: ¿para cuándo el monumento a esos que padecieron las invasiones de los que ya tienen varios monumentos, además de parques, avenidas y organismos públicos que llevan sus nombres?
Aunque pensándolo bien, el mejor homenaje que podría hacerse a los pobladores originarios, quizá no sería una estatua, objeto inanimado que compite en desventaja con los modernos medios de comunicación. El mejor homenaje, tal vez sería frenar los desalojos a nuestros campesinos, descendientes de los pueblos originarios (y sus diversos mestizajes). Pues las topadoras de hoy, avanzan como lo hicieron las botas de Prado o de Aguirre, pisoteando el derecho que asiste a quienes ocupan la tierra desde hace varias generaciones.
A veces los “cambios”, solo son las máscaras de los actores de la continuidad…
Fuente: https://mundar.com.ar/