«¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?»

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Por Facundo Gallego. Especial para LA BANDA DIARIO

Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo (11,1-11)

Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de Cristo, y mandó a dos de sus
discípulos para preguntarle: «¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?».

Jesús les respondió: «Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres. ¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de escándalo!».

Mientras los enviados de Juan se retiraban, Jesús empezó a hablar de él a la multitud, diciendo: «¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué fueron a
ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que se visten de esa manera viven en los
palacios de los reyes. ¿Qué fueron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más
que un profeta. El es aquel de quien está escrito: «Yo envío a mi mensajero delante de ti, para prepararte el camino».

Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin
embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él.

Palabra del Señor

Comentario

Hermanos y hermanas: ¡Feliz Domingo! Que Que la gracia, la caridad y la fe de parte de Dios Padre y de Jesucristo el Señor, esté ahora y siempre con todos nosotros; y que el Amor de la Santísima Virgen María nos lleve hasta el Cielo. ¡Amén!

Celebramos hoy el tercer domingo del Adviento, tiempo de preparación y esperanza, que nos alienta a esperar la venida humilde de Cristo en el pesebre, y la futura venida gloriosa al final de los tiempos. Particularmente, a este domingo lo llamamos «de Gozo», pues la antífona de la Misa reza: «Regocíjate…»; y se caracteriza por recordarnos que nuestra espera es, como dice el apóstol Santiago, parecida a cuando el sembrador esparce la semilla, sabiendo que dará fruto abundante.

El Mesías

El Evangelio de hoy nos propone contemplar a Jesús desde su ser Mesías, Hijo de Dios,
salvador de los hombres, y llenarnos con la esperanza de que todos los días Él actúa en
nosotros y en nuestras vidas.

Para los judíos de la época de Jesús, el Mesías debía ser un verdadero caudillo, que en
nombre de Dios terminara de una vez y para siempre con la esclavitud judía en manos de
Roma.

Quizás los discípulos de Juan Bautista, quién estaba apresado por el rey Herodes, todavía
creían en esa especie de Mesías. Pero Juan Bautista, convencido de que Jesús era el Cordero de Dios, no les enseña ni les explica nada. Simplemente hace lo que caracteriza a este gran santo: señalar. Como no podía hacerlo al estar tan lejos de Jesús, optó por dejar que Cristo mismo se señalara, y les envió a preguntarle: «¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?»

A partir de aquí se abre paso una especie de complicidad entre Jesús y Juan Bautista, cuya
única finalidad era confirmar en la fe a estos discípulos «Vayan a decir a Juan». Fijémonos en la respuesta de Jesús: «Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los
ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los
muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres».

Sobre esto explica el Padre de la Iglesia San Juan Crisóstomo: «Pero Cristo, conociendo las
intenciones de Juan no dijo: «Yo soy». Por esa razón los instruye con los milagros y con una
doctrina incontestable y muy clara, porque el testimonio de las obras tiene más fuerza que
el de las palabras».

La clave de este texto reside aquí, en que Jesús acredita su identidad de Mesías gracias a
obras concretas. Pero no enumera cualquier tipo de obras, sino sólo aquellas que el Antiguo
Testamento reservaba para ese Mesías humilde y lleno de poder divino para perdonar los
pecados. El signo de que el Mesías estaba en medio del pueblo era esa sanación de ciegos,
sordos, paralíticos… y sobre todo el reconocimiento de los pobres como los grandes amados
de Dios.

Por eso, la fuerza de las obras es más grande que la de las palabras. Así Cristo manifiesta que nos ama: amando.

Invitación

La invitación para esta semana es reconocer que Jesús es el Mesías y que pasa por nuestra
vida. Para ello, pensemos en todos los favores que nos hace, que nosotros también seamos
capaces de enumerar esas obras concretas que acreditan que Dios ha dejado huella en nuestro día a día.

Él se ha hecho presente en nuestra vida hoy de muchas maneras: desde el regalo del nuevo día hasta el sueño de la noche. Se ha manifestado en cada persona que nos ha tratado bien, en cada favor y solución. Cristo se ha hecho presente en los sacramentos que hemos recibido, en las celebraciones, en los curas, en nuestra familia, en medio de los problemas y dificultades, entre nuestros logros cotidianos o extraordinarios. Jesús es ese Salvador que nos da todos los días su amor y su gracia para que podamos ser cada día mejores cristianos, mejores personas.

Hagamos hoy mismo una listita, en donde anotemos todas esas cosas por las cuales tenemos que darle gracias a Dios, y pidámosle que siga protegiéndonos y bendiciéndonos con su amor.

Y el desafío se puede profundizar un poco más: si nos animamos, podemos tomar el ejemplo de Juan Bautista y anunciar a alguien más que Jesús lo ama, e invitarlo a que él también haga la prueba de enumerar la infinidad de cosas por las cuales puede dar gracias a Dios.

Petición

Les quiero pedir especial oración por los seminaristas que estamos de Misión: un grupo está en la parroquia Santísimo Sacramento, mientras que otro misional en la parroquia Nuestra Señora del Pilar. Pidan a la Virgen Madre de Dios y San Juan Bautista que nos ayuden en nuestros buenos propósitos y en nuestro trabajo de Evangelización.

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