Con el lema “María, Dulce Esperanza, guíanos a Jesús”, la comunidad Virgen del Valle perteneciente a la parroquia Sagrado Corazón de Jesús celebró a su patrona en la gruta de calle Antenor Álvarez y La Rioja.
Tras la procesión con la imagen de la Virgen Morenita, los fieles participaron de la santa misa que estuvo presidida por el padre Hernán Oroná.
En su homilía, el sacerdote destacó: “Mucha gente ha ido a Catamarca ya sea caminando, en moto, en auto, en bicicleta, en colectivo y nunca faltan las críticas sobre todo por las redes sociales. Leía algo como ‘mirá este va a Catamarca, pero golpea a la mujer en la casa’; ‘mirá este va a Catamarca, pero roba para comprar droga’; ‘mira este va a Catamarca, pero vive criticando a todo el mundo’ y pensaba que muchas veces el que va lo hace con fe, pero no muchas veces esa fe está purificada o madura, es una fe que va creciendo de a poquito y que nos va llevando a una sincera conversión”.
“Mucha gente que tiene esa experiencia de fe percibe cambios -continuó-entonces cuando voy peregrinando no es que soy el santo o el puro, lo hago porque reconozco que soy frágil, débil, pecador, que necesito del perdón, la gracia y la ayuda de Dios para poder cambiar y lo hago con este poquito de fe porque Dios hará posible que siga creciendo”.
También puntualizó que, “es la fe la que nos moviliza, pero lo vamos haciendo con nuestras miserias, nuestros errores, con nuestras caídas, nadie es perfecto ¿por qué peregrinamos? porque vemos en la figura de María no sólo a la Madre que acoge, que recibe, que consuela, que nos hace sentir su amor, sino que vemos un modelo de santidad. Ella fue favorecida por Dios al ser la Madre del Salvador, del más santo de los santos, entonces un elemento importante debe tener un envase importante. Si el hijo de Dios se iba a encarnar necesitaba una morada digna de su divinidad”.
En ese contexto explicó que “todos estamos llamados a una sincera conversión. Yo sé que voy con todos mis pecados encima, mis defectos, pero entiendo y veo en María que con la gracia de Dios puedo cambiar. Eso es lo que nos tiene que animar y para eso hay que abrir el corazón y dejar que él lo transforme”.
Finalmente expresó: “En este tiempo de adviento la idea es acercarnos más a Dios para dejar que vaya iluminando nuestro corazón. Pidámosle a ella que interceda ante su divino hijo para que aquello que parece imposible, ante los ojos de Dios pueda ser posible en nuestras vidas”.


