Freddie Mercury: la mujer que amó, el amante que lo traicionó y el novio que lo acompañó hasta el instante final

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Dicen que “vivir solo cuesta vida”. No es una frase tomada de una canción de Queen pero bien puede aplicarse a su líder. Porque en sus cortos pero infinitos 45 años de vida, Freddie Mercury o Farrokh Bomi Bulsara “las hizo todas”. Fue voz y talento de uno de los grupos más exitosos de todos los tiempos. Grabó discos como líder de una banda, pero también como solista. Vivió un largo y profundo romance con Mary Austin y le compuso una canción que se transformó en himno. Rompieron el noviazgo pero se convirtieron en amigos entrañables. Tuvo un asistente que lo amó y un manager que lo traicionó. Padeció una enfermedad que en ese momento era vergüenza y sentencia de muerte. El hombre que aseguraba que no quería llegar a viejo porque “sería muy aburrido”, hoy festejaría 74 años.

Freddie Mercury conoció a Mary Austin en 1970, cuando recién se había graduado en la carrera de Arte y Diseño Gráfico y Queen empezaba a dar sus primeros pasos. Junto al guitarrista Brian May, frecuentaban la boutique Biba. A Freddie le gustó una chica rubia, con la que coqueteaba su guitarrista. “Adelante Freddie, solo somos buenos amigos”, le dio vía libre el enrulado.

Mary y Mercury comenzaron un noviazgo que duró seis años. No se acabó por infidelidad ni por falta de amor. Se terminó cuando el músico le planteó las dudas sobre su sexualidad, algo que Mary ya sabía y comprendió sin condenar.

Nunca dieron el sí formalmente, pero Freddie siempre la mencionaba como su esposa y luego de la separación actuó como si lo hubieran hecho. Le compró un departamento y le ofreció trabajo como asistente. “Creemos el uno en el otro. Todos mis amantes me han preguntado por qué no podrían reemplazar a Mary. Es porque es sencillamente imposible”, argumentaba el cantante. Su amor lo hizo canción. Le compuso Love of My Life, una balada romántica pero no melosa que miles de parejas siguen usando para expresar a otro el amor. Aunque permaneció ligada a Mercury, Mary rehizo su vida y tuvo dos hijos con un empresario. El mayor, Richard, es el ahijado de Freddie.

El precio de la traición

Paul Prenter trabajaba en una radio de Belfast. Pasaba discos de soul y oldies por las noches. En 1975 conoció a Freddie Mercury. Las circunstancias del primer encuentro son difusas. Hay quienes aseguran que se conocieron en un bar, en una de las habituales incursiones nocturnas de Freddie; mientras que otros sostienen que primero se convirtió en asistente del manager de la banda y que así, trabajando, se produjo el primer acercamiento. Poco importa. Porque con el tiempo Prenter ganó un lugar destacado en la vida de Mercury. Fue su amante, su asistente personal y manager.

Muchos ven a Prenter como una sombra mala en la vida de la banda. En 1982 Queen editó el peor de sus discos, Hot Space. Un híbrido sin rumbo ni fuerza que muestra al grupo desorientado, solo salvado por esa joya indeleble que es “Under Pressure” en colaboración con David Bowie. Los otros miembros de la banda endilgan ese fracaso a Prenter y a su (mala) influencia en Mercury. Parece difícil creer que haya sucedido de esa forma. Es que su actuación como manager fue demasiado prolongada (desde 1977 hasta 1985) como para que los haya tomado por sorpresa y obligado a hacer cosas y tomado decisiones artísticas contra su voluntad.

Prenter, además de por su relación íntima con Mercury, consiguió su lugar como manager al delatar frente a los otros tres miembros del grupo que el anterior encargado de los negocios de Queen, John Reid, estaba negociando para conseguir un disco solista para Mercury. Paradójicamente, seis años después, fue Prenter el que firmó un muy beneficioso acuerdo de varios millones de dólares para la aventura solitaria de Mercury. El disco se llamó Mr. Bad Guy y no tuvo demasiada repercusión.

Pero si quedan dudas de su influencia como manager, no las hay en su rol de “traidor”. En mayo de 1987, la intimidad de Freddie Mercury ocupó la portada de los diarios sensacionalistas ingleses por varios días. Prenter vendió a su amigo por 32 mil libras de la época. The Sun fue publicando las declaraciones de Prenter día a día. Primero llevó a la tapa la noticia de que dos de los amantes de Mercury habían muerto de sida.

Las revelaciones sobre la vida privada de Mercury siguieron. El morbo estaba de fiesta. “Es más fácil que Freddie camine sobre las aguas que verlo salir con mujeres”. También contó que Freddie tuvo su primera relación homosexual a los 14 años en la India mientras cursaba sus primeros años en el colegio secundario, y que en las giras Mercury continuaba de fiesta todos los días hasta las 7 de la mañana y que siempre conseguía algún hombre con quien dormir. De su talento no se decía nada, de su intimidad se contaba todo.

El escándalo se esparció a una velocidad pasmosa beneficiándose de la sed de sensacionalismo del público y de la homofobia reinante. ¿Qué llevó a Prenter a semejante infidencia? Las motivaciones fueron varias. Se impuso el despecho por la ruptura y porque Mercury estaba en pareja con Jim Hutton, con quien permaneció hasta su muerte. También influyó la buena oferta económica (alrededor de 130 mil dólares actuales) y la tentación por concitar la atención pública, el deseo de ser famoso.

Mercury no le perdonó la delación y las múltiples infidencias y, a pesar de los intentos de Prenter por contactarse con él, nunca más aceptó hablarle. Prenter, tiempo después, justificó su decisión alegando que la presión de los periodistas fue insoportable para él. No parece un gran argumento.

El amor incondicional

Una noche cualquiera de 1984, Jim Hutton bebe una copa en un club de Londres. Su novio va al baño y se le acerca un hombre de jean, chaleco blanco y bigote tupido que lo invita a tomar una copa. Jim lo no nota poco atractivo, lejos de su tipo, y lo rechaza amablemente, pero el hombre insiste y le pregunta en qué anda. “Será mejor que se lo preguntes a mi novio”, lo despacha, ya algo ofuscado.

Hutton, de nacionalidad irlandesa y oficio peluquero, no sabía que se le había insinuado uno de los músicos más importantes del planeta. Su novio de entonces sí tomó real dimensión, más orgulloso que celoso por la situación. Seis meses después, otro encuentro casual, esta vez en un restaurante. “A que no sabes quién está sentado detrás de ti… ¡Freddie Mercury!”, lo avispó su compañero ocasional. Su reacción fue, otra vez, de indiferencia.

Año y medio después, Mercury y Hutton volvieron a coincidir en un club, y esta vez sí aceptó la proposición para ir a cenar. En 1986 se casaron informalmente –la única manera posible para la época- y se fueron de luna de miel a Japón. Jim fue quien tomó las últimas fotos de Freddie en Garden Lodge que dieron la vuelta al mundo hace un tiempo. Se lo ve cansado, flaco, pero tranquilo. Feliz, si se permite la palabra. Así fue como pasó sus últimos días.

¿Quién quiere vivir para siempre?

Después del Magic Tour, Mercury decidió que no iba a hacer más giras por un buen rato. Según Phoebe, sabía que algo no estaba bien en su cuerpo y sospechaba la razón. A mediados de los ’80, el sida ya hacía estragos y la homosexualidad todavía era un tabú. De hecho, Mercury nunca se manifestó abiertamente sobre su sexualidad, incluso lo mantuvo a resguardo de sus padres hasta su muerte. Fue el público el que lo enarboló como bandera gay. Él, en cambio, prefería la ambigüedad y la ironía, para dejar en claro que lo que importaba realmente era su trabajo artístico “He escuchado que duermes con hombres”, lo interpeló un periodista en una ocasión. El contraataque del cantante fue letal: “Yo duermo con hombres, duermo con mujeres y duermo con mis gatos… ¿qué tiene que ver eso con mi música?”.

La historia ubica a la Pascua de 1987 como el momento en el que el músico conoció el diagnóstico. Mercury resolvió mantenerlo en su círculo íntimo: sus tres mosqueteros, su cocinero y ex novio, Joe Fanelli, y, posteriormente, sus compañeros de banda. Se lo contó a Jim al regreso de un viaje a Irlanda y le ofreció separarse. “Yo te amo Freddie, y no me voy a ir a ningún lado”, fue la amorosa respuesta.

La enfermedad avanzaba más a prisa que las curas o los paliativos y cada vez era más difícil mantener el secreto. Freddie realizó su última aparición pública, en febrero de 1990, durante una premiación de los Brit Awards.

Recluido en Garden Lodge tomó la decisión de suspender su medicación. Solo tomaría los calmantes. Estaba claro, y todos coinciden, en que Freddie iba a vivir hasta que él quisiera. “Fue decisión de Freddie terminar todo”, contó Mary Austin. “Su calidad de vida había cambiado dramáticamente y cada día sufría más dolor. Había perdido la vista, su cuerpo era cada día más débil”.

Vivió las últimas semanas sereno, con visitas de los íntimos y muchos momentos de paz y risas.

Freddie se apartó de la música y se refugió en la pintura, un hobbie que había dejado suspendido en el tiempo desde su graduación en Arte y Diseño Gráfico. Días antes de su fallecimiento, le pidió a sus amigos que lo ayudaran a dar un paseo. “Quería ver sus cuadros por última vez”, contó su asistente. Terry, guardaespaldas y chofer, lo cargó para bajar las escaleras, y Freddie caminó por el living y el salón japonés con ayuda de sus amigos.

El viernes 22 de noviembre, los seguidores de Queen comprobaron que la peor de sus sospechas era cierta. En un comunicado anunció “Respondiendo a las informaciones y conjeturas que sobre mí han aparecido en la prensa desde hace dos semanas, deseo confirmar que he dado positivo en las pruebas del virus y que tengo sida. Sentí que era correcto mantener esta información en privado para proteger la privacidad de quienes me rodean”.

“Ha llegado el momento de que mis amigos y mis fans en todo el mundo conozcan la verdad, y deseo que todos se unan a mí, a mis médicos y a todos los que padecen esta terrible enfermedad para luchar contra ella. Mi privacidad siempre ha sido especial para mí y soy famoso por casi no dar entrevistas. Por favor entiendan que esa política continuará”.

La tarde del 24 de noviembre, en compañía de su novio Jim Hutton, Freddie Mercury moría en su dormitorio de Garden Lodge.

Alguna vez Freddie le confesó a un periodista: “No quiero pasar a la historia como una de esas personas que se preocupan… que esperan que tras mi muerte yo quede como alguien que ha creado algo o que ha inventado algo. La vida es para vivirla”. Lo cumplió.

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