La primera noche tardó en despegar. Recién al final, con la actuación de Carabajales, el proverbial clima festivalero, es decir esa forma de algarabía que suspende por un momento más o menos prolongado las cuitas de la existencia, se instaló en el Anfiteatro Martín Fierro.
Pero ya era tarde, habían pasado las tres de la mañana y en las tribunas, que no estaban pobladas como habían estado horas antes, la fresca nocturna sacaba ventajas. Una larga ceremonia inaugural que tuvo su habitual ritmo de acto escolar, su mensaje edificante y su lenguaje algo naif, había orientado la noche hacía un letargo del que costaba salir.
Pasaron luego cantores buenos y de los otros, hubo varias series de montas con jinetes todavía tibios y tropillas irregulares, los presentadores esmeraron sus mejores adjetivos, los payadores sus rimas más rebuscadas y hasta hubo intentos de ola en las tribunas; pero sólo la presencia del clan santiagueño podía levantar los espíritus.
Y así fue: durante casi una hora, Peteco que es primo de Musha que es primo de Kali que es primo de Roberto, todos a su vez sobrinos de Cuti, además de Walter que es hijo de Kali y Homero que es hijo de Peteco, pusieron mística musiquera de la mejor marca santiagueña, emocionaron a los melancólicos e hicieron bailar a los festivos.
Temas como Romance de ausencia, el poema de Ricardo Rojas musicalizado por Motta Luna, Aleluya chacarera, de Homero, De fiesta en fiesta, de los Hermanos Ríos y Peteco, y Oración del remanso, de Jorge Fandermole, fueron parte de la propuesta, además de un anticipo del trabajo que el conjunto está preparando sobre el Marín Fierro.
Al final una ráfaga de chacareras no dejó a nadie sentado. En el cierre de la noche, el festival comenzaba a lograr lo que necesitaba: subir las pulsaciones.
Es que por lo largas y previsibles, las aperturas de Jesús María podrían estar entre las contraindicaciones de un festival.
En épocas en las que las necesidades del espectáculo festivalero pasan por el efecto del vértigo y el lenguaje de la síntesis, el Festival de Doma y Folklore prefirió respetar la tradición del articulado programa de inauguración.
Un homenaje a sí mismo que si bien desde muchos puntos de vista es legítimo, también es cierto que atenta contra la dinámica del entretenimiento que la fiesta promete en su retórica.
En este sentido, la idea de espectáculo que al final propone Jesús María resulta algo anacrónica. Por ejemplo, la tecnología del escenario, encabezada por la gran pantalla central y las dos laterales, sirven casi exclusivamente a la proyección de publicidad.
Por su despliegue tecnológico, la publicidad arma un espectáculo paralelo, que no sólo no dialoga con el formal, sino que por momentos entra en tensión.
Mientras una forma de espectáculo articula lenguajes y medios complejos, la otra, que en definitiva debería ser la central en el discurso, no logra el mismo impacto con su viejas formas.
El deber y el ser. Después de la ceremonia inaugural que entre otras cosas tuvo la entrada de la Virgen de Luján, patrona del evento, el saludo a la bandera, una versión del Himno Nacional con vientos andinos por Mariana Cayón, la bendición del párroco Julio Aguirre, las coreografías alegóricas a los alumnos de los colegios de Jesús María y Colonia Caroya con una la puesta ideada y dirigida por Mariangel Guallanez, los fuegos artificiales y la entrada de los Reyes Magos, la noche ofreció su primer momento de música efectiva cerca de la medianoche.
Facundo Saravia, que canta como Los Chalchaleros pero a una sola voz, ofreció un set de buenas canciones propias y ajenas, secundado por una banda numerosa y capaz de matices. Entre algunas montas en el campo de la doma, siguieron la cafayateña Mariana Cayón, el ex Tucu Tucu Carlos Sanchez y Alma de Luna.
Los muchachos de Venado Tuerto, que supieron hacerse conocer tocando en la peatonal de Córdoba, salieron a matar con los temas de su nuevo disco Ecos del ayer y con ese estilo que actualiza el de Los Nocheros, por ejemplo, se llevaron una generosa porción de aplausos. Habían comenzaron a calentar la noche que al final ardería con Carabajales.
Fuente: La Voz del Interior