Jujuy en crisis: cómo vive la provincia el aumento de contagios de coronavirus que dejó al sistema de salud al borde del colapso

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El 1° de junio el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, habilitó el turismo interno. En ese momento la provincia tenía cinco casos y llevaba 31 días sin nuevos contagios. Todas las personas que ingresaban tenían que hacerse un test PCR y realizar una cuarentena en un hotel. Esa realidad era completamente distinta a la del resto del país, donde los contagios se multiplicaban vertiginosamente. Solo dos provincias no tenían casos: Formosa y Catamarca. Pero ambas cayeron después y el invicto sin coronavirus se terminó para todas.

“Estamos fuertes en las fronteras”, dijo Morales en aquel momento. Los límites geográficos preocupaban al gobierno jujeño. Temían que por ahí ingresara el virus. O proveniente de Bolivia o de alguna de las provincias cercanas donde los casos crecían lentamente. Principalmente, Salta. Mientras tanto avanzaban con aperturas de actividades. Eran un modelo a seguir para el resto del país, que sufría las consecuencias de la circulación del virus. Con excepciones, como San Juan o La Pampa, donde pudieron controlarlo.

En junio Morales se imaginó trabajando con Catamarca y Salta en un plan de turismo regional. Incluso se ofreció, junto al gobernador salteño Gustavo Saenz, como una sede para que los equipos del fútbol argentino disputen el torneo o, al menos, empiecen a entrenar. Se plantó ante los trabajadores golondrinas que se quejaban por tener que cumplir tantas restricciones en el ingreso a la provincia y llegó a proponer que a cada casa donde estuvieran los infectados de coronavirus les pongan una cinta que diga que ahí vivía una persona con el virus. Para que los vecinos funcionen de controlares. Un extremo. Pero una muestra clara de los límites a los que llegó el gobernador jujeño para mantener la situación bajo control.

Pasaron dos meses y medio de ese momento. Poco tiempo en un contexto normal. Mucho, en el medio de la pandemia que puso al mundo patas para arriba. Hoy Jujuy está viviendo el peor momento desde que el virus Covid-19 se metió en la Argentina. Atraviesa una crisis sanitaria sin precedentes. Los hospitales están colapsados, el personal médico no da abasto y los contagios crecen de a 150 cada día. A veces, más.

Morales tiene coronavirus y está aislado. Su vicegobernador Carlos Haquim también. El vocero del gobernador también. El virus les llegó a todos. En total, al día de hoy, hay 1127 casos activos. La mayoría de esas personas están aisladas en sus casas. Pero un porcentaje importante, que desde el gobierno no pudieron precisar, está internado. Hay una referencia clave para saber cómo está el sistema sanitario. El 95% de las camas de terapia intensiva que tiene la provincia están ocupadas.

Jujuy tiene 23 hospitales. Todos tienen un sector dedicado a la atención de pacientes con Covid-19. Solo ocho de ellos tienen camas de terapia intensiva. El resto son de cuidados intermedios. Eso implica que muchas personas que tienen un estado de salud complicado deban ser trasladados de una ciudad a la otra para poder ser asistidos. La provincia está en emergencia.

La demanda de camas creció en forma vertiginosa en las últimas dos semanas y no hay forma de poder abarcar tantos pacientes. Cada uno de los que está internado en cuidados críticos suele estar, en promedio, durante 20 días. En ese tiempo la demanda de camas se multiplica diariamente. Entonces no alcanzan a dar de alta a un paciente que ya tienen dos en espera. Es una cuenta que nunca da.

El hospital Pablo Soria, uno de los centros de alta complejidad donde se están atendiendo casos de coronavirusEl brote comenzó hace un mes. ¿Cómo fue? Lo están investigando las autoridades políticas en estos días. Porque no entienden como se desmadró la situación si hasta el momento en que sucedió seguían aplicando el mismo protocolo y tenían los mismos controles. Sin embargo, hay dos hechos que puedan dar una explicación bastante concreta.

Uno es el que contó públicamente el presidente Alberto Fernández. Dos jujeños se cruzaron a comprar hojas de coca a Bolivia y regresaron con el virus acuesta. Lo hicieron en un momento en el que en Bolivia habían aumentaron los casos y se había reducido la producción de coca. Entonces para los jujeños se hizo más difícil conseguir. El cuarto de hojas de coca pasó de valer $800 a valer $4000. En el gobierno jujeño creen que se cruzaron para conseguirlas más baratas y regresaron con el virus. Quizás haya sido ese el motivo, quizás no. Lo seguro es que volvieron con el virus y fue el punto de partida de la propagación.

La otra señal clara de la diversificación del contagio fueron las reuniones sociales. El 1 de agosto se celebró el día de la Pachamama. Hubo reuniones y festejos. Esos encuentros se multiplicaron durante los primeros días de agosto, un mes festivo para los jujeños. Y el virus empezó a circular y los contagios a aumentar. La gente no cumplió los protocolos: la distancia social, el uso del tapabocas y las reuniones en espacios cerrados y con mucha gente. No todos incumplieron, pero los suficientes para que los contagios suban exponencialmente.

Algo similar pasó el 20 de julio, cuando se festejó el día del amigo. Reuniones, el virus circulando y a los cinco días comenzaron a conocerse el aumento de los contagios. En ese momento, en la localidad de San Pedro declararon la ley seca. Prohibieron vender bebidas alcohólicas para intentar controlar las fiestas, las juntadas, los encuentros. Un pequeño ejemplo del escenario que había ese entonces en algunas casas de Jujuy.

El Hospital Paterson, en San Pedro, es uno de los que tiene más casos porque la ciudad tuvo un broteEl personal de salud está desbordado. Faltan camas y recursos humanos. Porque lo más difícil es dotarse de médicos que puedan trabajar en las terapias intensivas. Trabajan al límite pero aún con recursos, gracias a que llegaron terapistas de provincias cercanas para sumarse al equipo sanitario. El personal se salud atraviesa un tiempo de exigencia exhaustiva y diaria frente a un virus que contagia en silencio y no da tregua.

Otra señal de la saturación sanitaria que vive la provincia son los test. Jujuy puede procesar 500 muestras por día en los laboratorios que están habilitados para hacerlo, pero tienen más de 1000 en 24 horas. Eso genera que los resultados se demoren y la carga de datos no sea precisa. Actualmente es tanta la gente que está con síntomas que decidieron utilizar los test PCR solo en aquellas personas que tengan factores de riesgo, sean mayores de edad o estén en las zonas más complicadas de la provincia en lo que respecta a la cantidad de contagios.

El resto de los pacientes que tienen un puñado de síntomas compatibles con los del coronavirus son considerados como contagiados. Los médicos y el gobierno actúan bajo la premisa de que todo lo que hacen es dentro de un esquema de extrema emergencia. A veces no es la mejor solución, es la que pueden encarar frente a una ola de contagios que aumentan cada vez que sale el sol.

En lo que respecta a la cuarentena, el gobierno divide la aplicación por sectores. Las zonas más complejas por el nivel de contagios tienen más restricciones y las menos complicadas están más liberadas. Y así logran hacer un equilibrio en el que también se vean beneficiados aquellos que están cumpliendo con el aislamiento obligatoria desde hace casi cinco meses, con todas su variantes y sus ideas y vueltas.

En paralelo el gobierno jujeño comenzó a poner en práctica una serie de estrategias para intentar cortar la circulación. Dispuso que comiencen a realizarse tratamientos médicos en los domicilios. Le piden a los ciudadanos que apenas tengan algún síntoma o alguna sospecha se comuniquen a un 0800 que crearon específicamente para atender las demandas por el coronavirus, y reporten cuál es la situación que están viviendo.

Para cada región y para cada sector de la ciudades está asignado un médico que en caso de tener síntomas le hace llegar a esa persona un kit sanitario que contiene antibióticos, sales (que se utilizan para que no se deshidraten), un complejo vitamínico e ibuprofeno. Además, esos médicos hacen, a partir de ese momento, un seguimiento virtual del caso.

La intención del gobierno es la gente empiece a controlarse en las casas y, de ser necesario, comiencen los tratamientos antes de llegar al límite de tener alguna deficiencia respiratoria o un dolor de cuerpo muy severo que los lleve a decidir ir al hospital. De esa forma evitan que la gente de amontone en las guardias. Así descomprimen los sanatorios y bajan el caudal de personas que deben atender los médicos.

Además, en sintonía con esa estrategia, algunos municipios pusieron manzaneros. ¿Cuál es su tarea? Controlar cómo están las familias que viven en una determinada manzana. Preguntarles si necesitan asistencia, si pueden colaborar resolviéndoles una compra en el supermercado o en algún otro negocio. Asisten a quienes no pueden salir o prefieren no hacerlo para reducir el riesgo de contagio. Y, en el caso de que alguna persona sospeche que puede tener el virus, también dan aviso a las autoridades sanitarias.

Desde que comenzó la pandemia, en la provincia se registraron 5583 casos positivos y fallecieron 155 personas. Una postal sanitaria y epidemiológica impensada hace poco más de un mes. Jujuy vive sus días más difíciles desde que el coronavirus atravesó los límites del país. El Gobierno no mira más allá de mañana. No tiene margen. Buscan cortar la circulación y lograr que la curva de casos descienda. Una tarea extremadamente difícil que llevan adelante con un sistema sanitario al borde del colapso.

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