Alberto Fernández reforzó su alianza con la Confederación General del Trabajo (CGT). Durante una comida que mantuvieron el martes pasado por la noche, en la Quinta de Olivos, les prometió a sus líderes una mayor participación sindical en las decisiones oficiales y aseguró que tendrán una relación más fluida con los principales funcionarios. El primer resultado concreto fue un encuentro al día siguiente con la ministra de Salud, Carla Vizzotti, para hablar sobre la crisis de las obras sociales y el segundo se concretará el miércoles próximo: el ministro de Economía, Martín Guzmán, visitará la sede cegetista de Azopardo 802 para dar detalles sobre las negociaciones con el FMI y las variables económicas.
Los dirigentes cegetistas, a su vez, se mostraron firmes al insistir ante el primer mandatario en una agenda “irrenunciable” de la central obrera que contempla la defensa de la Ley de Contrato de Trabajo, los convenios colectivos de trabajo, el modelo sindical y el sistema de obras sociales.
Durante el encuentro, los sindicalistas también advirtieron que están preocupados porque se mantienen los niveles altos de inflación y que por eso discutirán reajustes salariales para actualizar las paritarias pactadas este año. El primer mandatario no puso reparos al planteo. La CGT se fue con la seguridad de que el Gobierno no le pondrá topes a las revisiones de los acuerdos que fueron firmados.
Aunque el tema no surgió en Olivos, la CGT responderá con tolerancia a dos medidas que resistían: aceptó la decisión del Gobierno de que venzan a fines de año la doble indemnización y la prohibición de despidos, una señal del oficialismo hacia el empresariado en medio de las tratativas con el Fondo. El argumento gubernamental, como anticipó el ministro de Trabajo, Claudio Moroni, quien estuvo en la cena con la CGT en Olivos, es que eran normas para la emergencia económica y que ya no son necesarias porque se recuperaron los niveles de empleo anteriores a la pandemia.
Mientras comían asado con ensalada, el Presidente y los sindicalistas analizaron la situación política luego del acto del 17 de noviembre por el Día de la Militancia, en la Plaza de Mayo, y, aunque evitaron criticar a Cristina Kirchner y a La Cámpora, hubo insistencia por parte de Alberto Fernández en que el Frente de Todos salió fortalecido de las elecciones (nadie mencionó la palabra derrota) y coincidencias en que se abrió una etapa en la que tendrá más protagonismo el peronismo (sí se mencionaron a los gobernadores y a los intendentes). Hubo dirigentes que recordaron que la mayor parte del sindicalismo fue marginado de las listas de candidatos. El jefe del Estado no dijo nada.
Al encuentro asistieron el nuevo triunvirato de la CGT, que integran Héctor Daer (Sanidad), Pablo Moyano (Camioneros) y Carlos Acuña (estaciones de servicio), y otros miembros de la conducción cegetista como Andrés Rodríguez (UPCN), Gerardo Martínez (UOCRA), José Luis Lingeri (Obras Sanitarias) y Mario Manrique (SMATA). Fue el primer contacto de la flamante central obrera con el Presidente y hubo promesas de que el próximo será en la Casa Rosada para que haya fotos.
En un clima distendido, Alberto Fernández aseguró que valoraba la decisión de buscar la unidad entre distintos sectores internos para conformar la nueva CGT que eligió el 11 de noviembre. Los gremialistas le respondieron con una ratificación del apoyo al Gobierno. Envalentonado por el gesto, el Presidente anticipó que buscará reforzar el diálogo tripartito a través de un nuevo impulso al Consejo Económico y Social, que, según se queja el sindicalismo, trabaja a un ritmo lento.
El único problema que destacaron varios dirigentes cegetistas es que tuvieron que dejar sus celulares antes de entrar al salón de Olivos donde comieron. Querían llevarse el trofeo de una selfie con el primer mandatario, pero se enfrentaron a un duro protocolo de seguridad. Sonó lógico después de tantas fotos que circularon de la fiesta de cumpleaños de Fabiola Yáñez en plena cuarentena y desgastaron la imagen del Gobierno y la palabra presidencial antes de las elecciones.
Al día siguiente del asado, una delegación de la CGT encabezada por Daer y Lingeri recibió a Vizzotti en el Sindicato de Sanidad para hablar sobre los temas pendientes vinculados con las obras sociales. Acordaron crear mesas de trabajo entre el Gobierno y la central obrera para resolver el desfinanciamiento del sistema sindical de salud, fijar una canasta básica prestacional y atenuar el impacto de las prestaciones por discapacidad, que representan el 40% del gasto total.
Los dirigentes salieron sonrientes del encuentro con la ministra: les garantizó que antes de fin de año se girarán a las obras sociales unos 4000 millones de pesos de un total de 11.000 millones que serán destinados a compensar los gastos por discapacidad. Fue una promesa que el Presidente les hizo en abril. Ocho meses después, y tras una derrota electoral minimizada por el oficialismo, esos fondos se convertirán en un símbolo de la reforzada alianza entre el Gobierno y la CGT.