«La voluntad de Dios»

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The Sermon on the Mount Carl Bloch, 1890

POR FACUNDO GALLEGO, ESPECIAL PARA LA BANDA DIARIO

Jueves XII del Tiempo Ordinario

Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Mateo (7,21-29)

Jesús dijo a sus discípulos:

No son los que me dicen: «Señor, Señor», los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: «Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?». Entonces yo les manifestaré: «Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal».

Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca.

Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena». Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande».

Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, la multitud estaba asombrada de su enseñanza, porque él les enseñaba como quien tiene autoridad y no como sus escribas.

Palabra del Señor 

Comentario

Hoy, concluimos la meditación de este hermoso “sermón de la montaña”. Luego de haber descubierto al amor y la libertad como raíces de nuestra vida, y con la purificación de nuestro corazón, hoy el Señor nos hace una llamada a reconocer y a cumplir la voluntad de Dios en nuestra vida.

Cristo nos dice hoy: “no todos los que me dicen ‘Señor, Señor’ entrarán en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre que está en el cielo(v. 21). Podemos hacer mil obras buenas, pero siempre procurando hacerlas para cumplir con la voluntad de Dios. Esto nos evitará a todos correr el riesgo de ser “cristianos de etiqueta”, de la boca para afuera, solamente publicando imágenes con pasajes de la Biblia, cayendo así en lo que decía San Pablo a Tito (1,16): “profesan conocer a Dios, pero lo niegan con sus obras”.

¿Cómo podemos, entonces, discernir la voluntad de Dios para nosotros? Comenzando por la lectura de la Sagrada Escritura, especialmente de los cuatro Evangelios; pues así seremos “personas prudentes que edificaron su casa sobre roca” (v. 24). También en la oración silenciosa, en la pregunta insistente a Dios, en la ayuda y el consejo de un sacerdote, y en la vida cotidiana: el amor cristiano que ponemos en nuestras labores diarias nos ayudará a percibir con mayor facilidad lo que Dios quiere.

Así, cumpliendo con su voluntad, no solamente habremos ganado mérito para la vida eterna: desde ahora podremos vivir ese Cielo en la tierra que caminamos, trabajos y cuidamos. Aprendamos de la Virgen María, quien no dudó en escuchar la voz del Ángel y se lanzó decidida a cumplir el designio de Dios: “Hágase en mí según su Palabra” (Lc 1,38).

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