Desde el verano boreal, el presidente intenta preparar a los franceses, preocupados por la inflación, a un otoño e invierno «duros» por el fin del suministro del gas ruso y los llamó días atrás a aceptar «unidos pagar el precio de la libertad y de los valores».
«Nuestro sistema basado en la libertad en el que nos hemos acostumbrado a vivir, a veces, cuando tenemos que defenderlo, puede suponer hacer sacrificios», insistió este miércoles el mandatario.
Para Macron, el momento actual «puede parecer estructurado por una serie de graves crisis» y por lo que podría ser «el fin de la abundancia», «de las evidencias» y «de la despreocupación».
«Por mi parte, creo que lo que estamos viviendo es más bien del orden de una gran agitación o de un gran cambio«, agregó el mandatario de 44 años, cuyo primer mandato estuvo marcado además por las protestas sociales y la pandemia.
En la agenda de los próximos meses de Macron figuran desafíos como la «sobriedad energética» y la transición ecológica, y sus planes para retomar la reforma del desempleo, en un momento en que no cuenta con mayoría absoluta parlamentaria.
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