Mirtha, Marcela y Juana: tres mujeres que llevan la pasión al límite

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Paradojas de la farándula: conocemos todo acerca de Juanita, algo de Marcela y muy poco sobre la vida de Mirtha. La más famosa del clan Tinayre hace magia a la hora de exponer su verdadera personalidad.

Quienes piensan que Legrand es una señora pacata, capaz de escandalizarse frente a la agitada “trayectoria” de su nieta, deberían revisitar el currículum de la diva.

“Nieta de tigre” es la expresión que mejor le cabe a la bella Juana. A regañadientes, durante varias entrevistas que le hicieron en los últimos años, la reina de los almuerzos admitió que a lo largo de su matrimonio debió luchar contra algunas infidelidades de su marido, y que antes de conocer a Daniel Tinayre estuvo de novia con un militar cordobés; migajas de una existencia intensa que elige mantener a buen resguardo.

Primero, Rosa María Juana Martínez Suárez –tal su verdadero nombre– fue una chica adelantada a su época que en 1941, y con sólo 14 años de edad, se convirtió en una de las estrellas más importantes del cine nacional. Su madre, bisabuela de la protagonista de Malparida y que hoy está en boca de todos, tampoco se quedaba atrás. Hay que ser valiente para venir sola y con tres hijos desde Rosario –era viuda–, persiguiendo el objetivo de que sus preciadas gemelas triunfen en el mundo del espectáculo.

Para tener una idea del ambiente que debían transitar siendo apenas adolescentes, basta recordar las palabras de Roberto Escalada, galán de entonces a quien entrevisté en los ochenta: “Lumiton (estudio que la lanzó a la fama con Los martes, orquídeas) era una fiesta… Las cañerías se tapaban por la cantidad de preservativos acumulados”. Y si bien es cierto que las mamás andaban dando vueltas por los sets cuidando a sus retoños, la vigilancia no impidió que, a los 15 y monedas, Chiquita empezara a salir con Carlos Hugo Christensen, director que arañaba las tres décadas, y quedó en la historia como el primer argentino que llevó el erotismo al cine criollo. Las revistas de entonces hicieron un festín con las idas y vueltas del romance, y hasta llegaron a hablar de casamiento.

Si quieren más, en una era de noviazgos eternos, Mirtha y Daniel, que se conocieron en diciembre del ’45, se comprometieron en febrero del ’46. ¿Edades? 19 ella, 36 él. A principios de los sesenta, cuando los rumores ligaron al director francés –un genio todavía no reconocido– con la figura de Egle Martín, hasta se habló de un supuesto intento de suicidio que habría sufrido la Legrand. Nunca confirmada, la versión circuló y tomó cuerpo a partir de una entrevista que le realizó la desaparecida revista Platea, en la que, contrariando su actual fortaleza ante la prensa, habla de una misteriosa cura de sueño a la que se había sometido: “Porque tenía los nervios destruidos, tuve a mi hermana Goldie día y noche al lado de mi cama. Una mañana me sentí morir, y Goldie lo sintió antes que yo misma, me tranquilizó y corrió a llamar al médico…”.

Comienza la saga

Criada a la sombra de esta mujer que bajo el uniforme rosa rococó esconde un modelo rojo pasión, Marcela Tinayre arrancó su existencia acomodándose en el estrecho molde de nena privilegiada. Se casó con Ignacio Viale del Carril, el yerno perfecto de apellido ideal, y trabajó para una sofisticada multinacional ligada a la moda.

Claro que la sangre tira: después de ese matrimonio socialmente correcto, se separó y recorrió un periplo amoroso nutrido que incluyó al difunto banquero Jorge Garfunkel (padre de Matías), el político radical Marcelo Bassani, y por último Marcos Gastaldi, amor al que se unió a pesar del estigma Banco Extrader, la llevó a insistir con la maternidad a edad tardía, y sostuvo incluso cuando él reconoció a una hija, producto de una publicitada relación extramatrimonial.

Glamour y rebeldía.

Lejos del corset señorial que apuntaló la carrera de su abuela y sin intenciones de acomodarse en molde alguno, Juana Viale representa el “espíritu Legrand” en estado puro. Madre soltera con el hijo de Piero, Juan de Benedictis; antes y después de esa unión tuvo romances con Iván de Pineda, Tomás Fonzi, Gastón Gaudio y, finalmente, embarazada de seis meses de su tercer hijo, termina el vínculo con Gonzalo Valenzuela en los brazos del ex ministro Martín Lousteau, delante de las cámaras y desatando una conmoción nacional.

En caso de que todavía se mire al espejo, Mirtha podría discutir las formas, nunca ese fondo pasional tan parecido a ella misma. Igual Marcela. Si alguna vez desearon verla llegar de blanco al altar, fue uno de esos sueños arquetípicos que suele inspirar la descendencia, nada más. En cuanto al bebé, ¿qué más puede pedir? No sólo porta un ADN aguerrido que seguro le servirá algún día, sino que crece en la panza de una mujer que lleva la pasión en las venas y no está dispuesta a fingir felicidades que ya la abandonaron, o a esperar que la corrección social le dicte cuándo volver a entusiasmarse.

Contra las pavadas que se escuchan, Juanita demuestra ser buena madre. Al menos hace lo que todo padre debería: enseñarle a los hijos que, en cuestiones de amor, hay que hacer fondo blanco.

Fuente: Perfil

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