Optimismo y tensiones electorales: el Gobierno anticipa la interna del día después

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Las encuestas provocan cualquier cosa menos paz interior en la gente del Gobierno. El optimismo es visible -medido antes que desbordante- pero la ansiedad es inocultable y empezó a ventilar diferencias que anticipan la interna del día después.

Si los pronósticos pasan la prueba de la realidad el domingo 22, Mauricio Macri se verá fortalecido como nunca desde que asumió. ¿Cómo usará ese capital? Las aguas están divididas.

No se trata de halcones contra palomas o duranbarbistas versus políticos. El cuadro es más complejo, aunque asoman dos posturas. Los más exitistas imaginan un superpresidente capaz de arrollar con sus proyectos. Y los más reflexivos creen que esa fortaleza debería facilitar los acuerdos políticos. No se trata sólo de matices, sino de maneras de entender el poder.

«Se viene la etapa de las reformas». Palabras más o menos, fuentes de la Casa Rosada y del oficialismo en el Congreso definen así el eje de la «pelea» que encarará Macri una vez pasada las elecciones. No hablan del ajuste de tarifas, que –dicen- seguirá siendo «gradual», sino de iniciativas pendientes, como la reforma política que quedó frenada por el peronismo en el Senado –una espina para Macri- y otras aún imprecisas, como la reforma tributaria. No serían las únicas iniciativas y mucho menos agotarían la pulseada política poselectoral.

El modo de instrumentar la «nueva etapa» aparece a la par de su contenido, que ha reescrito la intención de una reforma laboral –abandonada como única ley y retomada en el formato de acuerdos por sector productivo– y no ahorró tensiones con otros temas sensibles como la meneada idea de un impuesto a la renta financiera.

Como siempre, con este oficialismo parece difícil atarse a líneas divisorias inalterables; por el contrario, son cambiantes según el caso. En el tema de la renta financiera, por ejemplo, no fue un conflicto entre los hombres de Economía y la línea que responde a Marcos Peña o al ala política. Federico Sturzenegger y en parte Luis Caputo se opusieron a la medida, que tenía impulso de Nicolás Dujovne y respaldo de Mario Quintana y Gustavo Lopetegui. La fisura no pasó tampoco entre más cercanos y lejanos al Presidente. Hay dudas incluso sobre si el tema fue archivado para siempre.

Ahora bien, ¿cómo se moverá el Gobierno después de las elecciones? Todos parten de un mismo presupuesto: la mayor fortaleza que otorgarían las urnas. Frente a ese pronóstico, una visión puede resumirse en el impulso a los acuerdos específicos, básicamente en el Congreso y en la mesa y los contactos con los gobernadores. El jefe de Gabinete, el ministro Rogelio Frigerio y los principales referentes legislativos del oficialismo comparten en líneas generales ese criterio, según las fuentes consultadas.

No habría contradicción -al menos es lo que trasciende- con las opiniones siempre potentes pero a esta altura no únicas de Jaime Durán Barba.

Para el consultor, hay un punto central fuera de discusión: no debe pensarse en un pacto político global, entre otras razones porque daría una imagen de debilidad sobre las condiciones del Presidente para garantizar gobernabilidad. Traducido: en todo caso, la gobernabilidad es una construcción desde el poder, que no excluye entendimientos pero que se basa en el respaldo social antes que de estructuras partidarias. Un resultado electoral potente no dejaría margen para discusiones. Macri piensa lo mismo.

Menos proyección efectiva tiene el rechazo de Durán Barba a incorporaciones de peronistas. Cree que desdibujaría la marca del macrismo. Por ahora, eso funciona en el plano nacional, pero en media docena de provincias el oficialismo muestra empeño en cerrar trato con referentes locales del peronismo, con vistas a 2019.

Ese es un tema a mediano plazo. En cambio, sí llegan a los oídos del Presidente las diferencias sobre el modo de manejar el poder luego del mensaje que dejen los votos. En su círculo personal, de amistad antes que estrictamente político, se escuchan voces sobre la conveniencia de aprovechar de entrada el capital de las elecciones para imponer las reformas o prácticamente obligar a los acuerdos. Macri escucha a sus amigos, entre ellos Nicolás Caputo, pero se mantiene sereno a la espera de lo que digan los votos, según destacan en medios oficialistas.

En rigor, las iniciativas deberán pasar la prueba del Congreso y, aún con el mejor resultado, el oficialismo seguirá careciendo de mayorías propias en las cámaras. El punto, siempre dando por buenos los números de las encuestas, es si se piensa en el muy corto plazo, como efecto electoral inmediato, o en la proyección hacia 2019. En esa última perspectiva, los partidarios de los entendimientos de más largo aliento creen que la negociación será un signo de esta época. ¿Para qué, entonces, dejar heridos o malgastar las chances de algunas reformas?

En el circuito del oficialismo legislativo no se descarta que poco después del domingo 22, el Gobierno abra una rueda de conversaciones formales con los gobernadores del PJ, y los provinciales, para discutir todo el paquete que de un modo u otro aparece atado al Presupuesto.

Hay, de todos modos, un movimiento que tendría dos tiempos, según coinciden fuentes de la Casa Rosada y de Cambiemos en el Congreso.

En lo que queda de las sesiones ordinarias, podrían tener trámite rápido proyectos como el de responsabilidad penal empresaria y la prórroga de la ley de emergencia territorial indígena. No están claros los tiempos del Presupuesto: es probable que los jefes provinciales del PJ busquen tratarlo junto a un temario más amplio que incluya responsabilidad fiscal, impuestos y el Fondo del Conurbano. En una segunda etapa, seguramente en sesiones extraordinarias, el Gobierno incluirá proyectos como la frustrada reforma política.

El Gobierno no sólo piensa en los proyectos, sino en qué contexto serán tratados. Los realineamientos poselectorales en el peronismo –en sus distintas vertientes- modificarán el panorama de los bloques del Senado y de Diputados. Son notorios ya los movimientos en torno de los gobernadores, que más allá de acomodar las cargas entre ganadores y perdedores, seguirán actuando como polo de poder interno frente al kirchnerismo duro, que deberá rearmarse con menos bancas.

El oficialismo también se ilusiona con afirmar su peso territorial. Dedica sus mayores esfuerzos a Buenos Aires, camina cómodo en Capital, aspira a ampliar la diferencia en Córdoba y cree que puede coronar sus piezas en el otro distrito grande: Santa Fe. Todo, sin descuidar el resto de las provincias en sus manos.

Este domingo, se vota en Corrientes para elegir gobernador, es decir, al sucesor del radical Ricardo Colombi. Peña, Frigerio y otros ocho ministros pasaron por la provincia en este tramo de campaña y Macri estuvo allí el miércoles para encabezar un acto con el candidato oficialista y con el propio Colombi. El optimismo no es ciego.

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