Recordando a un maestro

0
800
Foto : Cultura antiagueña

Bienvenido el momento de escribir algo sobre este auténtico hombre de la cultura que fue Ricardo Dino Taralli, un ejemplo que tengo en cuenta muy a menudo. Recordaré alguna de las actividades y empresas que impulsó con ejemplar tenacidad. Entre sus roles públicos sobresalen el profesor de literatura, el investigador, y el editor. Como profesor, este rosarino venido a La Banda hacia 1968 ha dejado una huella importante en varias generaciones que pasaron por sus aulas.

En una provincia que en las décadas precedentes había visto partir a centenares de miles de santiagueños, que alguien eligiera Santiago para vivir puede sorprender. Pero tras la emigración venía la inmigración. En Taralli vemos al hombre que se auto-trasplanta a otra ciudad, a otra provincia, por qué no a otro país, tan grande es el cambio que se muestra desde que el tren parte de Rosario, y atraviesa las pampas graníferas pobladas por ítalo-argentinos, hasta sumergirse lentamente en el paisaje del Chaco. Al terminar su viaje, y descender en La Banda, Taralli creyó que era una ciudad más, troquelada por el ferrocarril y la inmigración. Al poco tiempo, descubrió que esta era una visión limitada. La Banda era también la puerta de entrada al País de la Selva.

Pero además, era un campo de investigación y descubrimiento, propicia para su vocación de fichaje. Taralli fue nuestro Linneo literario, y una de sus principales contribuciones es el perfil biográfico y literario de los autores santiagueños, que alimentó con referencias precisas durante toda su vida.

Taralli descubrió la obra de María Adela Agudo, y en su nombre fundó una asociación. Imagino el eco profundo que despertó esta autora en su espíritu sensible, que de allí en más dirigió su tarea a la exhumación del corpus literario de Santiago del Estero, como la había hecho Emilio Wagner mediante la arqueología. Su Antología de la literatura santiagueña (1988) es un ejemplo de este intento, que fue propiciatorio para la obra de José Andrés Rivas, que lo sucediera con acierto.

Animoso compañero, como lo definió con justeza Luis Alén Lascano, Taralli supo trabajar en cooperación y en amistad, formando grupos como el Centro Bandeño de Investigación y Letras (CEBIL), junto al maestro Domingo Bravo. A su iniciativa y capacidad de organización se sumaron Alfonso Nassif, que medió en la progresiva inserción del grupo de La Banda en el escenario literario de la Capital, que fue la siguiente conquista de Taralli. Ya acompañado por Carlos Artayer y Felipe Rojas, su actividad cultural se desplegó en muy distintos escenarios, entre ellos la Sociedad Argentina de Escritores, que lo tuvo como presidente muchos años.

Es ya el momento de destacar su empresa más ambiciosa: hacer una revista cultural santiagueña cuya edición sustentaría el Estado. Logró que su proyecto fuera aceptado en la Municipalidad de Santiago del Estero. Entre 1970 y 1995 se publicaron 32 números de esta revista sencilla que mantuvo sus páginas abiertas para todos los que querían escribir. Cuando preparamos la Antología de Cuadernos de Cultura (2004) valoré su trabajo silencioso, y recordé una vez que caminamos juntos por la Avenida Alvear: “¿Qué estás escribiendo? Quiero leerlo, pasame algo”. Con esa llave maestra nutrió la revista.

Para concluir este esbozo de retrato –que quiere captar su expresión bondadosa, su mirada clara, su transpiración, su paciencia- quiero su tranquila vida de familia, junto a Mary Hoyos, su compañera de toda la vida. No sé cuánto le debemos por habernos pasado tantas claves. Con sencillez trabajó sin parar, como dijo Arlt que había que hacer. Se me escapa de los labios “Muchas gracias, Ricardo. Ya le llevaré un escrito”

Así escribía

Un siglo trasegado
Por la sangre de un siglo trasegado
Desvelando condenas en su historia
Ya no asombra la piel de la memoria
Cuando arroja su canto enamorado.

Con el giro raigal que nos destierra
Recordando la imagen revestida
La epopeya crucial es compartida
Y evidencia fulgores en su tierra

Hay un canto que impide los desdenes
Desde el tiempo invisible del asombro
En el cósmico viaje sin desvelo

La esperanza que anuda los vaivenes
Es madera infinita que yo nombro
Cuando exalta el coraje de este cielo

Fuente: http://bibliotecajwa.com.ar/

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here