En el marco de la gira promocional de su disco Agradecido, el cantautor aseguró que hubiera sido un gran periodista político y que se quedó «loco» porque en los últimos dos meses, a la morgue de Caracas, Venezuela, entraron casi 900 personas.
-¿De qué estas agradecido?
– Precisamente, no es un comienzo, es la continuación de una carrera de más de 25 años, es como un detenerte a pensar y a revisar que has recorrido un largo y lindo camino. Tenía la duda de si la gente sabía cuánto yo agradecía por todo lo que me ha pasado. Entonces decidí este disco, al margen de las canciones que aún no había escrito y que se llamaran como se fueran a llamar, yo quería que el disco fuera un tributo a mis seguidores, a mis fans; el disco tenía que llamarse Montaner agradecido. Luego compuse «Un llanto agradecido» que, obviamente, le dio más coherencia, pero se llama así desde antes de nacer.
-Además de con tus seguidores, en tu vida, en el recorrido ¿Con quiénes te sentís agradecido?
– A medida que vas corriendo hay gente que se va sumando a esa carrera y corren contigo. Gente que quizás, no sea el que tiene el número en la espalda ni el que llega a la meta abriendo los brazos; pero sí viene acompañándote. El que te da el agua, el que se asegura que los zapatos no fallen y no causen yagas, estar lo suficientemente hidratado, oxigenado; y muy especialmente tener quien te de el aliciente y que te vaya provocando entusiasmo para que no te domine el cansancio. Todos esos elementos, todas esas personas, muy probablemente no tienen nombre y apellido públicamente, pero son personas a las que yo les estoy infinitamente agradecido.
-¿La familia?
– Tiene mucho que ver. Parte de la familia ha estado en esa carrera pasándome el agua, o dándome ánimo para que no desfallezca.
– ¿En este disco participan tus hijos?
– Son compositores, son músicos. Ellos escriben prácticamente 10 de las 13 canciones que tengo en el disco.
– ¿Y qué se siente como papá que te estén acompañando?
– Yo siento que lejos de hacerles un favor, los estoy responsablemente, haciendo partícipes de mí disco. O sea, lejos de decir: «Bueno como eres mi hijo, ven y toca. Súbete y toca los tambores» No. El escenario hay que ganárselo. Pero también hay que ganarse el puesto como autor. Si yo no reconociera en ellos el talento que tienen como autores, te puedo asegurar que no estarían ahí.
–¿Te sentís orgulloso como papá?
– Absolutamente, mucho y lo disfruto. No sé qué tan conscientes son ellos de lo que puede significar para mí. Yo creo que para ellos significa mucho compartir autoría y estar dentro de un disco que saben que va a salir por todas partes. Pero no sé si son conscientes del grado de satisfacción y orgullo que ejerce sobre mí, el saberlos trabajando al lado mío. Después de todos estos años, de haberles dado de comer en la boca, de haberles dado los primeros acordes de guitarra, el primer acorde de piano, y después de eso que hayan avanzado tanto y aprendido tanto, hasta convertirse en grandes músicos.
– ¿Qué crees que hubiera pasado si no te animabas al cambio y continuabas con la carrera de periodismo que comenzaste?
– Sería un tremendo periodista. Te puedo asegurar que sí. Amo esa carrera. Muy seguramente un periodista del área política. Amo la política, pero amo al periodismo. De alguna manera lo que hago es ejercer un poco con algunos compases, con algunos fondos musicales, la comunicación social.
– ¿Tiene una función social la música?
– Que no te quepa duda. De todo tipo: de denuncia, de declaración…Que no te quepa duda de que la música es una forma de comunicación muy grande. Recuerdo por ejemplo que escribí una canción en Venezuela que se llamaba «La hora», y la puse a sonar. La oposición venezolana la tomó como bandera y la llamó «Llegó la hora para Venezuela» y acompañó… Todo acto histórico tiene que tener de alguna manera, una banda sonora.
– ¿Te gustó que eso suceda?
– La música está para eso.
– Este último tiempo fue muy terrible en Venezuela, con todo lo que sucedió, el asesinato de Kluiberth Roade de 14 años…¿Qué te genera a vos?
– Ayer estuve a punto de escribir un tweet, al final no lo puse porque el avión despegaba, lo voy a poner en cualquier momento. En Venezuela llegó el momento en el que te acostumbraste al dolor. Cuando la gente se acostumbra al dolor, pareciera que no les duele. La muerte de este chamo de 14 años debió haber sido un parado, como lo fue el año pasado la muerte de Mónica Spear y de tantos otros muchachos estudiantes que murieron en las manifestaciones. Debió por lo menos servir para un «detente», para un parado, para ya no más. Sin embargo al día siguiente murieron otros; y murió otro más ayer. Me he quedado loco que entre enero y febrero, a la morgue de Caracas entraron casi 900 personas. Entonces, llega un momento en el que el dolor no duele tanto. Y eso es horrible.
Tatiana Schapiro/Infobae