«Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes»

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Por Facundo Gallego. Especial para LA BANDA DIARIO 

1. Oración inicial

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Señor, gracias por este momento de oración que me regalas. Te doy gracias porque, con tu Resurrección, me has liberado del poder del pecado y de la muerte, y me has regalado el don de la Vida Eterna. Abre mi corazón y mi mente, para que pueda reconocerte y escuchar tu Palabra. Amén.

2. Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Juan (20,11-18)

El día de la Resurrección. María Magdalena se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: «Mujer, ¿por qué lloras?». María respondió: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto».

Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció.

Jesús le preguntó: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Ella, pensando que era
el cuidador de la huerta, le respondió: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has
puesto y yo iré a buscarlo».

Jesús le dijo: «¡María!». Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: «¡Raboní!», es decir «¡Maestro!». Jesús le dijo: «No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: «Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes». María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.

Palabra del Señor

3. Meditación

En estos días de octava de Pascua, meditamos las primeras interacciones que Jesús Resucitado tiene con sus seguidores. En esta oportunidad, Jesús se hace presente y
le dirige la palabra a María de Magdala. Ella, en un principio, queda desconcertada ante
todo lo que había pasado: Pedro y el discípulo amado habían vuelto a su casa, sorprendidos de ver el sepulcro vacío. Pero María Magdalena se queda allí, llorando por miedo. Es así que, cuando dos ángeles le preguntan por el motivo de su llanto, ella responde: “porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”.

Jesús mismo le repite la pregunta, y ella no lo reconoce de inmediato: cree que es el encargado del huerto. Y no se da cuenta de que está en presencia del Resucitado
sino hasta que la llama por su nombre: “María”.

Jesús hoy también nos llama por nuestro nombre: en medio de nuestros miedos, problemas y dificultades, en medio de nuestros pecados y miserias, allí también está
Jesús llamándonos por nuestro nombre. Tengamos el alma dispuesta para preguntarnos,
a cada momento, dónde está Jesús en medio de la vida cotidiana, y con un poco de paciencia escucharemos al Señor llamándonos, hablándonos, consolándonos: el Señor
Resucitado.

4. Comunión Espiritual

Señor mío, Jesucristo, que estás presente en el Santísimo Sacramento del Altar: te amo desde el abismo de mi nada, y deseo ardientemente recibirte. Pero, ya que no puedo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi pobre corazón. Como si ya te hubiese recibido, me abrazo y me uno en todo a ti. No permitas que me separe de ti. Amén.

5. Oración final

Gracias, Señor, por tu amor y tu misericordia. Te pido que bendigas a toda tu Iglesia y al mundo entero. Todos estamos presentes en tu Sagrado Corazón. No permitas que nos apartemos de ti y de tu amor. Protégenos del avance del coronavirus, dales la salud a los enfermos y el eterno descanso a los difuntos. Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

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