Tejas

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Después se dijo: “No es bueno que el santiagueño esté solo” y creó las santiagueñas, la mayoría morochas, dulces y bien dispuestas. Después se fue a otros pagos a seguir inventando nacionalidades. Un día pasó por La Rioja y creó los riojanos, otro día estuvo en Tucumán e hizo los tucumanos y así, pasando por Estados Unidos, Irak, Bengala, Japón, Francia, Turkmenistán, la Noria. Todo el mundo en una palabra.
Lo que no figura en la Biblia es que un día el Creador hizo un repaso de su obra, le dio los últimos retoques. A los tucumanos les inventó la caña de azúcar para que tengan de qué vivir, a los riojanos les dio el acento esdrújulo, a los porteños les prometió un obelisco, que finalmente les construyó algunos años después, a los madrileños El Rastro, a los neoyorquinos el Central Park, a Japón las geishas, a Brasil Pelé y el Maracaná, a los paraguayos el guaraní, a la Boca Caminito, a París la torre Eiffel, a Tejas los cowboys. A cada pueblo le fue dando una característica especial para que se distinguiera de los demás.
Pero ante los santiagueños se quedó perplejo. Observó que a un pueblo con tantas cualidades artísticas era difícil agregarle algo. Además se dijo que ya no había monumento típico para entregarle, todos habían sido dados a otros pueblos: obeliscos, torres, rascacielos, inmensas montañas, grandes canales navegables, cañones profundos, hielos eternos.
Varios días anduvo cavilando sobre lo que debían tener estos pagos como un plus, como algo original que no tuviera ninguna otra nación sobre la faz de la Tierra. Y al final le llegó una inspiración genial.
Creó a los bandeños.
Y la provincia estuvo completa.

Fuente: http://juanaragon.blogspot.com/

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