Tras confesar cómo mató y se comió a una mujer, vendió miles de libros y ahora es un éxito mediático

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«Mientras cortaba aquel cuerpo con un cuchillo eléctrico, yo no era Issei, era un médico. No era un médico, era un diablo». Esas son sólo algunas de las aterradoras frases que compartió Issei Sagawa, un japonés de 69 años que recibió una corta pena tras haber confesado un atroz asesinato en Francia y pudo volver a su país natal para convertirse en una estrella mediática.

Gracias al libro con el que vendió más de 200 mil ejemplares, a otros escritos que le dedicaron y a sus apariciones televisivas su historia se hizo conocida y sus crímenes no parecen ser suficientes para, al menos, ser castigado con la condena social que merece.

Nació en 1949 y, a pesar de la segunda Guerra Mundial, su familia siempre tuvo una situación de privilegio. Gracias a ello Issei se pudo a aplicar a sus estudios y decidió seguir la carrera de Literatura Inglesa en la Universidad de Wako.

Su «gen caníbal» se potenció en esa época. «Cuando me encontré a esta mujer en la calle, me pregunté si podría comerla», recordó en referencia a una profesora alemana. Además comenzó a cumplir algunas de sus fantasías con prostitutas. «Le metía la hoja de un cuchillo en la garganta y fingía que iba a matarla. Después, dejaba que ella hiciera lo mismo conmigo. Pero aquella mujer no me interesaba. Simplemente jugaba con ella a un macabro juego. Fue un primer paso hacia lo inevitable», contó sobre una de esas vivencias.

Años después la acomodada situación económica le permitió continuar sus estudios de Literatura Comparada en la Sorbona de París. Allí conoció a una mujer holandesa, con quien congenió aunque ella sólo tenía interés de amistad. Y ella se convirtió en la víctima que lo llevaría al banquillo de acusados.

«Los hechos sucedieron poco a poco, por grados. Una de las primeras veces que Renée vino al departamento, yo conseguí un revólver y traté de golpearla por la espalda. Ella no se daba cuenta de nada. Estaba ya a unos milímetros de su cuerpo, listo a descargarle un culatazo mortal, cuando de repente se dio la vuelta y me sonrió. No tuve el coraje de seguir hacia adelante con mi propósito», relató Sagawa.

Pero el 11 de junio de 1981 la suerte se acabaría para su amiga, cuando ella fue a su casa para ayudarlo con unas traducciones. «Primero intenté besarla, como ya había hecho otras veces. Renée empezó a retroceder. Le hablé de mi adoración por ella y del amor que sentía en mí como un huracán, y ella siguió resistiéndose», detalló el japonés.

Para distender y que ella no desconfiara, Issei simuló ir a buscar una botella de vino en la cocina pero regresó con un rifle calibre 22. «Saqué mi carabina del armario para asustarla. Por causalidad mi arma se disparó y ella cayó fulminada», afirmó el homicida.

«La tentación fue para mí demasiado fuerte. No supe resistir», declaró durante el juicio, y añadió: «La desnudé y abusé de su cuerpo. Después comencé a cortarla a trozos. En aquel momento pensaba que esa era la mejor manera de esconder su cadáver y de sacarlo de mi casa. Mientras cortaba aquel cuerpo con un cuchillo eléctrico, yo no era Issei, era un médico. No era un médico, era un diablo. Era Mefistófeles en persona. Cortaba y fotografiaba».

El caníbal millonario ofreció un completo relato de lo que cómo siguió la escena, con detalles que hielan la sangre. Y no dudo en afirmar: «Mi gesto fue un acto de amor». Consideró que «de aquella manera conseguí tener a Renée dentro de mí para siempre».

El asesino cayó cuando intentó deshacerse de lo que quedaba del cuerpo, el cual escondió en valijas que tiró en el Bosque de Bolonia. Varias personas alertaron esa presencia extraña a la Policía que inició la investigación. Los agentes no tardó en dar con el taxista que llevó al criminal hasta ese lugar y el conductor posibilitó su identificación.

Durante el juicio, Sagawa no sólo confesó sin arrepentirse, sino que dio detalles del disfrute que logró con el asesinato. «Desde hacía tiempo tenía ganas de comérmela. Muy frecuentemente tuve ganas de comer carne humana, y esto desde hace ya mucho tiempo. En varias ocasiones, cuando hacía el amor, me daban ganas de comerme a la mujer que estaba conmigo», llegó a declarar.

Cuando todo hacía pensar que el japonés no tendría nunca la chance de volver a caminar libre, los informes psicológicos justificaron su comportamiento de la siguiente manera: «Su caso podría parecer también como una especie de suicidio del hombre que se encuentra demasiado solo y desorientado, dividido entre dos civilizaciones. Issei parecía estar en ruptura de armonía. Nadie le había conocido aventuras sentimentales. Las prostitutas eran, aparentemente, su único equilibrio sexual. Issei era un hombre solo, sexualmente frustrado. Y la frustración sexual engendra a veces el crimen».

De esa manera, sólo recibió una condena de dos años de cárcel, tras lo cual ingresó en un instituto psiquiátrico y un año más tarde logró la extradición a Japón por una supuesta enfermedad terminal.

En Tokio estuvo internado otros 15 meses y pasado ese tiempo el psiquiátrico le dio el alta para que recupere su vida como si nada hubiera ocurrido.

Lo que vino después es lo más conocido de la historia. Inició un importante ascenso mediático que le valieron el mote de «padrino del canibalismo» y lo llevaron acrecentar la fama al escribir un libro.

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