Vitillo Ábalos renovó su romance con Cosquín

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Con apego a la tradición de una estética y la rítmica perfecta de quien sabe que le pone voz a la danza, Vitillo retomó en Cosquín una gimnasia que cultivó durante 60 años con sus hermanos; acaso hoy desconocida por las nuevas generaciones, aunque recogida por taquilleros artistas (Raly Barrionuevo, Peteco Carabajal) que aprendieron de aquel recorrido.

Penúltimo de los hermanos Ábalos (Machingo, Adolfo, Roberto, Machaco), nacido el 30 de abril de 1922, Vitillo llegó a Cosquín con la agrupación familiar por primera vez en 1966 y se despidió en 1997. «No queremos que uno zapatee y los otros lo estén sosteniendo», justificaba entonces, con dosis de humor, su despedida.

Sin embargo, dueño de una vocación musical incesante, volvió a Cosquín en la pasada edición como invitado de Raly Barrionuevo. Y este año se plantó con su propia formación.

En un gesto que lo define, arribó a Cosquín en micro, bombo en mano, para presentar el repertorio de los Hermanos Ábalos.

«Fue un examen. Porque los abuelos y los padres tenían información de nuestra obra, pero los hijos ya no sé», reflexionó en la madrugada cordobesa.

Con «Chakay manta» irrumpió en el escenario para luego demostrar, a los 90, su vigencia como bailarín con la «Zamba de los yuyos» y el gato «Bailando con el bombisto», que le dedicaron sus propios hermanos.

«Todo intérprete debe saber bailar. No digo que no se pueda cantar sin saber bailar. Digo que seguro lo hace mucho mejor», aseguró.

«Yo aprendí a bailar -recordó- en el patio de Andrés Chazarreta cuando tenía 12 años, Chazarreta, que era amigo de la familia de mi mamá, le dijo `prestame a tu chango para que se incorpore al conjunto`. Y fuimos al patio de su casa con Machaquito, donde nos enseñaron a bailar 40 danzas. Pero más que memorizar la coreografía nos enseñó a amar nuestras tradiciones. Fue una base para los 60 años que vinieron después», recordó.

Vitillo Ábalos completó su faena en Cosquín con la «Chacarera del Rancho» («Es de 1960, Los Nocheros y otros grupos parece que la descubrieron en el 2000», apuró) y «Nostalgias santiagueñas», otro de los emblemas de la formación.

«No se puede amar lo que no se conoce», asegura cuando se le pregunta por la indiferencia de parte del público contemporáneo a la inmensa tradición de los Hermanos Ábalos.

Interrogado por las sensaciones de ocupar el escenario de Cosquín, con una nueva formación, sin sus hermanos fallecidos, Vitillo por un momento cede en el relato y deja entrever tristeza. «No sé por qué fui elegido para hablar por ellos», interpeló.

Los discos de Hermanos Ábalos apenas se consiguen; la figura de Adolfo, el Ábalos que más trascendió, es ajena para la industria y los grandes medios; su legado hay que ir a buscarlo. Vitillo Ábalos, a los 90 años, lo sigue ofreciendo.

Telam

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