La plaza terminó siendo de Raly

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Somos nosotros o Chacarera del exilio fueron dos de las que sonaron más actuales que nunca en el final del set del santiagueño radicado en Unquillo, teniendo en cuenta su reciente carta abierta en la que dejó bien expresada su postura contra el proyecto de modificar la llamada «ley de bosques» y tras el ataque de cierto sector agrario. Antes, Barrionuevo volvió a mostrar su generosidad invitando al trío Toch para interpretar Famatina, un tema que según confesó «le gusta mucho» y que dedicó a las asambleas que combaten contra la minería a cielo abierto. Tal vez hubiera ameritado el estreno de algún tema del disco nuevo de Raly próximo a editarse. Será la que viene.

Aguirre, el gran decidor
Precisamente la defensa del monte nativo y las luchas ambientales fueron un eje que atravesó gran parte de la jornada inaugural (hasta el párraco habló de esa problemática en la bendición), ya que varios de los artistas aludieron a ello de manera directa o a través de la música.

El más elocuente fue sin dudas José Luis Aguirre, quien lució la leyenda «Somos monte» en su remera y un cartel alusivo. En su repertorio fue de menos a más en cuanto a la intensidad: primero puso a susurrar a la plaza con Milonga del Cerro Negro y luego le dedicó «una chacarera hindú a un chango bailarín» y el Huaynabalito para sus hijas. Pero el climax llegó cuando antes de cerrar el cuartetazo Tranquilo pero con fiesta, se despachó con un profundo recitado (Poema de las estrellas) y una pizca de humor que puso al público de pie. No sólo se ganó el bis, sino que volvió a anotarse como serio candidato a la Consagración. Pocos cantores pueden decir como lo hace Aguirre.

Santiagueños consagrados
Al dúo Orellana-Lucca se lo nota cada vez más afianzado y en esta oportunidad se presentó con una banda de acompañamiento más numerosa, lo que por momentos le dio entidad de orquesta. Respaldaron con soltura la Consagración del año pasado y se perfilan como uno de los grandes nombres para las próximas ediciones. El público así se los hizo saber.

Por su parte, uno de los padrinos artísticos del dúo, Horacio Banegas, refrendó su gran capacidad para combinar tradición y actualidad siempre con buen gusto y potencia. Acompañado de un power trío conformado por sus hijos «Mono» y «Jana», obtuvo una tremenda ovación y logró lo que pocos: que vuelvan a girar el plato para tocar otra chacarera una vez que ya se había despedido.

El gran debut
Finalmente la Orquesta Los Amigos del Chango tuvo su bautismo en el escenario mayor de Cosquín. Y dejó boquiabierto a más de uno. El espíritu de uno de los músicos más rupturistas de la música clásica argentina (como él mismo denominó a lo que popularmente se llama folklore) se hizo presente en el Atahualpa Yupanqui, quien alguna vez definió a Farías Gómez como «el único que puede ponerle mostaza al asado y que no pierda el gusto». Los conducidos por el «Mono» Izarrualde (ex MPA) generaron apreciables climas y tras la gran versión de la saya voladora Fiesta de San Benito merecieron el bis que seguramente no se les otorgó por falta de tiempo.

Otra que dejó una buena impresión en su primera vez fue Luciana Jury, quien largó con «una zambita para abrazar a este territorio tan castigado» y recordó con profundas interpretaciones al Chango Rodríguez y Raúl Carnota.

Saluzzi, sútil y punzante
El salteño ofreció un concierto de casi 45 minutos de alto nivel, tal vez como pocas ves se han visto sobre este escenario. Se mostró sonriente, con las palabras justas y el público se lo agradeció. La polémica se generó tras su actuación cuando entrevistado por la TV Pública, criticó el desempeño de Orellana Lucca ante la atónita mirada de la cronista y cierto revuelo en las redes sociales. Lo suyo sigue siendo la música.

Así comenzó
Pasadas las 22, el párroco dio la bendición en la que aludió al ahora Santo Brochero y se encolumnó en el reclamo urgente contra los desmontes que cada vez gana más fuerza por estos tiempos. Enseguida, la plaza ocupada a esa hora con un importante marco (mientras seguía ingresando público) se puso de pie para entonar el Himno Nacional interpretado por la Orquesta juvenil Blas Parera de Cosquín.

Luego llegó la arenga de Claudio Juárez que llamó “al encuentro que nos sigue sorprendiendo a nosotros mismos” y el Himno a Cosquín interpretado con destreza por el Ballet Camin (con un homenaje a los 50 años del Poncho Coscoíno) que volvió a encender la llama de la mística festivalera en esta ciudad en la que se sigue respirando a cada paso eso que aquí comenzó a entenderse como folklore. Si de algo puede jactarse el festival con casi 60 años, es de haber instalado masivamente allá a comienzos de la década de 1960 este concepto tan discutido para algunos e inapelable para otros.

Fuente La Vos

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