Krüger: “Sigo vendiendo en la calle porque es lo que lo mantiene de pie”

Quizás pocos conozcan su nombre de pila porque para los bandeños él es simplemente Krüger. En la actualidad vende panchuker en la plaza Belgrano, pero ayer recorría las calles de la ciudad en su “Trencito de la Tentación” o conquistaba el corazón de los estudiantes de la escuela Normal cuando estaba a cargo del kiosco.

Rolando Krüger cumple 72 años este 16 de diciembre y asegura que sigue vendiendo en la calle porque es lo que lo mantiene de pie, ya que hace solamente tres meses perdió a su esposa Rosa, con quien compartió 51 años de vida.

Sus ojos azules ya no brillan como antes porque su corazón no lo permite, sin embargo una pequeña luz ilumina su rostro cuando recuerda su historia de vida en La Banda, la tierra que adoptó como propia.

“Hace más de 40 años que vivo en La Banda, yo soy de familia alemana y nací en Buenos Aires pero soy bandeño por elección, aquí formé mi familia, me hice de grandes amigos a través de mi trabajo de vendedor en las calles”, contó Krüger.

Recordó además que en la década del ’50, junto a sus padres y hermanos llegaron a la provincia en bicicleta y si bien la idea era la de seguir paso con rumbo a Ecuador la salud de su madre no lo permitió.

“Nos radicamos en Forres donde nos dedicamos todos al comercio, pero a los pocos años comencé a trabajar como policía y me vine a La Banda. Después me di cuenta que lo mío era el comercio, renuncié y seguí mi camino”, señaló.

Al recordado “Trencito de la tentación” lo construyó con sus propias manos, lo equipó con un silbato similar al de una locomotora, una bocina musical, una alarma (que sonaba muy fuerte cuando alguien intentaba hurtar algo), un pequeño semáforo –que indicaba al cliente cuando iba a pedir-, luces de giro y un televisor.

Con orgullo relata que para el mundial del ’78 llegaba con el trencito a la estación ferroviaria y a su alrededor se reunía muchos fanáticos para alentar a la selección y saborear los ricos turrones que vendía Krüger, por supuesto éstos eran elaborados por su gran compañera Rosa.

Al preguntarle a Krüger como se define simplemente expresa: “soy parte de la gente, muchos me hacen sentir como un paisaje más de La Banda porque dicen que si no vengo la plaza no es la misma, y eso me llena el corazón”.

Seguramente por ello, la municipalidad lo distinguió como personalidad de La Banda en septiembre de 2000, oportunidad en que se le hizo entrega de una plaqueta en el marco de la celebración del aniversario de la ciudad.

Vio crecer a un montón de changuitos y son ellos los que hoy se acercan con sus hijos a comprarle y charlan como si fueran viejos amigos.

“Uno me dijo hace tiempo –te acuerdas cuando me fiabas, a veces no tenía para un alfajor y me moría de hambre y vos me dabas igual; por eso no me olvido de vos- yo solamente me sonreí porque en realidad mi único objetivo siempre fue hacer felices a los niños”.

Hoy su carrito es más humilde, sus pasos son lentos y su voz es más pausada, pero sigue firme. “Me dijeron que no deje de trabajar porque la tristeza me va a envolver por eso mientras pueda voy a estar firme hasta que Dios diga basta. De algo estoy seguro he cosechado muchos frutos y me he ganado el corazón de muchas generaciones y esa es la riqueza más grande que tengo”.