Comentario del Evangelio: Aprender a reordenar nuestras prioridades

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Por Facundo Gallego, para LA BANDA DIARIO.

Comentario del Evangelio del Domingo XXIII
Tiempo Durante el Año – Ciclo “C” – Lc 14,25-33

Hermanos y hermanas:

¡Feliz domingo! Que la paz, la caridad y la fe de parte de Dios Padre y de
Jesucristo el Señor, esté siempre con nosotros; y que la Santísima Virgen María, Madre
de la Iglesia, nos acompañe a lo largo de nuestra vida hasta llegar a contemplarla en el
Cielo. ¡Amén!

Hoy, comenzamos este ciclo de comentarios dominicales con un fragmento muy
comprometedor del Evangelio según San Lucas. En este caso, dicho fragmento se refiere
a la renuncia, tanto a todo lo que se ama como a los bienes materiales.

No es casual que Lucas ubique en este lugar preciso de su Evangelio los
versículos que hemos leído. Que estén aquí y no en otro lado del texto sagrado, nos da
la pista de que Jesús pronunció estas palabras durante la subida a Jerusalén, a donde
terminará entregando su vida por todos nosotros. Así, imaginémonos esa pequeña
caravana que “perseguía” a Jesús por los caminos desiertos de Judea, mirémonos a
nosotros mismos también como peregrinos que siguen al Maestro para escuchar su
palabra y admirar su obras. Le habla a la muchedumbre, pero sin dejar de hablar a cada
corazón en particular, como diciéndonos: “ustedes me siguen físicamente, pero no me
siguen con el corazón”.

Tres remedios nos receta el Señor para nuestra dificultad de seguirlo con el
corazón: renuncien a lo que más aman, renuncien a sí mismos y renuncien a los bienes
materiales.

La renuncia

La radicalidad de la renuncia que pide el Señor, muchas veces es total.

Efectivamente, muchas personas han sido llamadas a abandonarlo todo para seguir al
Señor a donde Él los llama. Pero, en lo cotidiano, la radicalidad de la renuncia no es
“deshacerse por completo de todo”, sino ponerlo en su justo lugar: lo que me aleje de
Dios, al tacho. Lo que me acerque a Dios, al corazón.

Aquí hay un principio de la vida cristiana que no debemos nunca olvidar: Debemos amar a Dios sobre todas las cosas. Si nuestra vivencia del amor cotidiano surge de Él como su principio, entonces alcanzaremos un verdadero orden en nuestro modo de amar.

El dinamismo del amor

Cuando procuramos amar a Dios, es decir, cuando cumplimos su voluntad, lo
tratamos en la oración, nos abandonamos en él frente a las dificultades y sabemos
hacerlo partícipe de nuestras alegrías, entonces Él mismo nos colma de su amor.

Y, a modo de copa que rebalsa, el amor de Dios se derrama sobre todos aquellos
que están dentro de nuestros corazones. Principalmente, la familia. Ellos son los
primeros a los que amamos “por causa” de Dios. Los familiares son los privilegiados
de nuestra caridad. Nuestra obligación es brindar el amor que toda familia merece por
ser proyecto de Dios. Nuestros amigos y conocidos también se ven beneficiados por
este amor rebosante de nuestro corazón… ¡y hasta los enemigos propios y de la Iglesia!

En cuanto a nuestros bienes, debemos decir que son útiles, que nos ayudan en la
vida cotidiana para el trabajo y la recreación. Sin embargo, triste es ver que en una mesa
dominguera, algunos están imbuidos en estados de Instagram o en los mensajes de un
amigo; mientras los demás (si no están haciendo exactamente lo mismo) disfrutan del
compartir el almuerzo. El celular puede ser una ayuda excelente para comunicarnos.
Quizá, incluso, alguien esté leyendo este comentario desde su Android. Pero, ¡ojo!
Cuando el celular o cualquier otro bien material ocupa el lugar de nuestro corazón que
es propio de las personas o de Dios mismo, entonces estamos frente a un problema.

Invitación

Por eso, hay que aprender a “reordenar las prioridades”. Dios y mi bien
espiritual, en primer lugar. Ahí se evidencia el verdadero “seguimiento de Cristo”. El
bien espiritual y material de los hermanos, en segundo lugar. El bien material propio
muy en tercer lugar.

La invitación para esta semana es aprender a “reordenar” nuestra manera de
vivir el amor. No olvidemos que cuando ponemos a Dios en primer lugar, sucede como
dice Santo Tomás de Aquino: “El Señor ordena el estado de mi vida”.

Que Jesucristo sea nuestro verdadero maestro en el amor fraterno.

¡Feliz domingo para todos!

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