El nacimiento de La Banda

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Por María Cecilia Rossi

(Fragmentos de su estudio «Los españoles de La Banda, Santiago del Estero. 1870-1914»)

La Banda se levantó sobre la margen izquierda del río Dulce, en un sitio conocido como La Bajada. Mucho tiempo antes que los españoles ingresaran al territorio para conquistarlo en ese antiguo vado del Misky-Mayu se asentó una tribu Tonocotés o Juríes, no lo sabemos con certeza y su precisión se hace difícil al desdibujarse su historia en la bruma del tiempo. Una vez instalados los españoles en la ciudad de Santiago, cruzaban con frecuencia hacia la pequeña comunidad indígena a la que señalaban como “la banda”, expresión que indica “ubicada del otro lado del río” y que es de uso muy frecuente en el norte del país. Como no existe acta de fundación de la ciudad de La Banda, deducimos que el nombre deviene del uso cotidiano de la expresión utilizada por los españoles y su existencia debe ser corroborada mediante diversos testimonios.
A comienzos del siglo XIX el territorio al que hacemos referencia era una enorme estancia llamada San Carlos, propiedad de Nepomucena Rodríguez. (12) Con el correr de los años se fue subdividiendo en un proceso de parcelamiento que involucra la totalidad del cono de deyección del río Dulce, a partir de los antiguos latifundios originados en las “mercedes” concedidas en la época de la conquista. Dentro de esta estancia, ya en 1790 había algunos ranchos habitados por familias criollas y la situación parece mantenido estable hasta 1868, en que una brutal epidemia de cólera azotó la capital provincial. Fue entonces cuando un número importante de familias cruzaron el río buscando un ambiente más sano, levantando aleros rudimentarios que con el trabajo de los criados se convirtieron en casas más o menos decentes. Este primitivo núcleo poblacional era acosado sistemáticamente por las crecidas del río Dulce, de suerte que su emplazamiento se fue corriendo paulatinamente hacia el interior hasta que en 1884 encontramos, en el mismo sitio que hoy ocupa la ciudad de La Banda, dos rancheríos, uno donde hoy están las instalaciones del Tiro Federal Argentino –activa institución que surgiera en 1889 con el nombre de Polígono de Tiro e Instrucción Militar- y el otro entre el Canal San Carlos y la Avda. Belgrano. Estaban instalados sin ningún tipo de ordenamiento y crecían espasmódicamente con el aporte de la población capitalina, como ocurrió en 1869 y nuevamente en 1886 con una epidemia de cólera que produjo una sensación de pánico tal que lanzó a otro importante número de familias del otro lado del río. En ésta última epidemia tuvo una actuación muy destacada el Dr. Agustín Sánchez, de origen español y radicado en la ciudad de Santiago del Estero.

El surgimiento de La Banda como ciudad fue producto de la acción transformadora del ferrocarril. A no dudarlo: si el camino de hierro no hubiera pasado por allí, La Banda sería uno más entre tantos pueblos santiagueños acosados por las carencias. Pero a partir del anuncio de que sería una estación ferroviaria de primera categoría, nuevas formas de vida y de trabajo comenzaron a desarrollas el territorio.
Unos años antes, en 1882 –plena época de acción constructiva estatal- el gobierno nacional resolvió contratar obreros para la construcción del ferrocarril en Bélgica, en las Provincias vascas, en el norte de Cataluña, en Lombardía, Toscana, Piamonte, Alemania del sur, Suiza, Alsacia y Lorena, según lo estipulan las “Instrucciones” fechadas el 3 de Agosto de ese año. También hubo una contratación de chilenos, acción con lo que se procuró aunar la inmigración con la introducción de obreros especializados. Entre 1884 y 1885 el ferrocarril comenzó a penetrar en el corazón de Santiago y con él los inmigrantes, los “gringos” como se les decía. Hicieron un fuerte impacto entre los sectores locales, que observaban entre curiosos y consternados. Es que el habitante del monte tenía su oído presto para escuchar los sonidos de la agreste naturaleza y vio y escuchó de pronto a hombres de colores diferentes hablar idiomas desconocidos. Y cuando caía la noche, cuando finalizaba la jornada los observaba como, pico y pala al hombro, regresaban a los campamentos silbando y canturriando melancólicas tonadas de sus tierras, en una lejana ensoñación. Se los alojaba en grandes carpas protegidas del sol por altos quebrachales. ¡Qué ironía! Quién recorra hoy el Departamento Banda, por más que busque cuidadosamente no hallará ni rastros de aquella antigua fisonomía selvática, con extendidos bosques de quebrachos y algarrobales, de bañados tan amplios como alcanzaban los desbordes del Misky Mayu, cuando el algarrobo y el mistol eran comida y bebida de los dioses, y cuantas cosas más que se podrían enumerar. Todo eso quedó entre las pérdidas habidas a cambio de las ganancias de la civilización. Desde 1887 en número de “gringos” irá en constante aumento.

El trabajo se hizo frenético. Por un lado se levantaban los terraplenes destinados a unir La Banda con Santiago del Estero, ciudad que por decisión del gobierno nacional quedó a un lado del ferrocarril y con un nexo secundario, ocasionando una relación de oposición entre ambas localidades que aún hoy puede percibirse en el trato que se brindan los habitantes de uno y otro lado del Dulce. Se inició la construcción del puente sobre el Misky mientras se intensificaron las tareas en otras direcciones: La Banda/Tucumán. Comenzaba a tomar forma una edificación con la que ni se hubieran atrevido a soñar unos pocos años antes: la estación bandeña contará con varias oficinas, dos confiterías, un Departamento de Vías y Obras, galpones para carga y descarga de mercaderías, depósitos especiales para azúcar que se redistribuiría a diferentes puntos del país y un gran aserradero. La gente se acercaba a observar con curiosidad y no podían dejar de expresar su admiración, lo cual resulta absolutamente justificado si se piensa que para la misma época, Alejandro Gancedo escribía en su “Memoria…” que La Banda no era más que un pobre rancherío cuyos habitantes se dedicaban a la agricultura principalmente, pero le auguraba un brillante futuro si el suelo se trabajaba correctamente.
Finalmente el 20 de Septiembre de 1890 se inauguró el ramal Pinto-Banda y el punto sobre el río Dulce fue probado en su resistencia, observándose algunas fallas en su estructura la que se reforzó convenientemente y se libró al servicio público inmediatamente. El 4 de Febrero de 1891 Santiago y La Banda quedaron unidos por ferrocarril. Estaba llegando a su fin la presidencia de Juárez Celman quién con la loable intención de cubrir el país con vías férreas que sirvieran tanto para transportar sus producciones como para comunicarse otorgó un número muy importante de concesiones sin orden ni planificación, dando lugar a la especulación con las tierras aledañas a las vías. Muy pronto, edificios particulares, viviendas y negocios comenzaron a recortar su figura alrededor de la estación, en los terrenos próximos al Tiro Federal, cerca del cementerio y en Los Lagos. El Ingeniero James Oxeley había sido comisionado por el Gobernador Absalón Rojas para que trazase el plano de la ciudad, hecho que terminó de concretarse dos años antes de la inauguración del tramo ferrovial.
Los empleados ferroviarios –población que comenzaba a dejar de ser fluctuante- industriales, comerciantes y jornaleros comenzaron a adquirir lotes urbanos puestos a la venta por la firma Garay, Chávez y Legg. El trabajo abundaba en la incipiente urbanización que con 11 manzanas de oeste a este y 5 de norte a sur, era cortada al sesgo por las vías, por lo que algunas manzanas muestran irregularidades en su trazado. Cinco años atrás de esto, La Banda no era más que un número incierto de ranchos, hoy la ciudad apostaba todo al futuro. Su respaldo era, precisamente, su misma carta de triunfo: el ferrocarril y la colonia agrícola.

El nacimiento de la colonia agrícola, surgida espontáneamente por intereses económicos particulares, no reconoció sino tardíamente algún respaldo gubernativo a través del trazado y apertura de entramado de canales de irrigación. El panorama rural santiagueño era bastante desalentador en la provincia más pobre del país, de móviles fronteras contra el indio que restaba posibilidades a un incipiente desarrollo agro-ganadero, afectada desde siempre por la falta de agua que condicionaba las pasturas. “La agricultura continúa siendo una aventura suicida. Los resultados años tras años, están librados a la más completa imprevisión. Las cosechas se realizan o no según el capricho de los fenómenos meteorológicos más arbitrarios en nuestra provincia que en ninguna otra por la extensión de sus llanuras lisas sin montañas, ni corrientes de agua que regulen la intensidad de los vientos abrazadores y provean de humedad a la atmósfera, que provea a su vez el agua de lluvia”. A pesar de todas las contrariedades, por su ubicación geográfica, la futura colonia agrícola bandeña se hallaba en la zona más favorecida para un rápido desarrollo y en ella había tierras en las que podían venir muy bien producciones como el azúcar, el trigo y el maíz. En tal sentido el Dr. Gancedo opinaba en su “Memoria…” que en todas partes donde había abundancia de agua había tesoros por descubrir.
El trabajo de investigación encomendado a Gancedo, tenía como uno de sus objetivos primordiales conocer el verdadero estado de la provincia para trazar un plan de desarrollo colonizador apoyado en la inmigración. Pero afirmaba “…un capitulo de tanta importancia no puede ser enriquecido con la narración de hechos positivos sobre colonias e inmigración como pueden hacerse en la provincia de Santa Fe y otras. El número de inmigrantes entrados este año como en los anteriores, no es conocido… hemos constatado las razones que se oponen y se han opuesto al acercamiento de la inmigración, a lo que podemos agregar que es muy sentida la falta de una Oficina de este género costeada por la Nación y bien organizada en ésta Capital…para que sean remitidos los inmigrantes que fueran precisos. Esta es la única manera como podremos conocer nuestras necesidades, llenarlas y perfeccionar nuestra agricultura e industrias rutinarias y mezquinas en gran parte. Colonias agricultoras no tenemos ninguna y creo que sólo podrán existir costeadas por el Tesoro Nacional o por empresas particulares, porque la provincia no tiene rentas que puedan sufragar los gastos que estas originarían”.
En realidad, Santiago del Estero disponía de muchas tierras fiscales donde formar una importante cantidad de colonias agrícolas, principalmente sobre las orillas de sus dos caudalosos ríos, el Dulce y el Salado. Pero el atractivo fundamental vendría con el ferrocarril.
El problema de la falta de agua para los cultivos fue una cuestión histórica, pero en 1858 el gobierno provincial autorizó al vecino bandeño David Herrera a utilizar en su beneficio una acequia que estaba construida desde tiempo atrás y cuya agua estaría destinada a sus cultivos. A partir de la llegada del ferrocarril se abrió para la colonia la posibilidad de lograr nuevos y mejores centros de colocación para sus producciones. Fue entonces cuando para aumentar el espacio cultivable, se proyectó la apertura de nuevas acequias. El campesino bandeño conocía cuan fértil era la tierra que pisaba, pero también sabía de los sinsabores ante la falta de agua o exceso de lluvias que actuaban como contrapeso a su desarrollo. En Agosto de 1889 el P. E. ordenó la licitación de obras de defensa en la boca-toma del Canal de la Cuarteada y canales adyacentes. La capacidad de los canales de regadío era para ese entonces de 13180 has y el Canal de la Cuarteada –surgido de un proyecto del Ingeniero Cassafoust de 1891- fue habilitado en 1896 y posibilitaba el riego de 140.000 has. A partir de allí la agricultura bandeña inició un camino de franco progreso y pronto el empadronamiento de los regantes sobrepasó la capacidad de los canales. Melones, sandias, cebollas, citrus, tomates, se incorporaron a la producción tradicional.

Fuente: Santiago del Estero, Historia y Cultura

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