“hoy nos ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor”

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Por Facundo Gallego. Especial para LA BANDA DIARIO

En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen.

José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada.

Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue.

En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el Ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Ángel les dijo: «No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre». Y junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!».

Palabra del Señor

Comentario

Hermanos y hermanas: ¡Feliz Navidad! Que el amor de Dios hecho hombre en Jesucristo el Señor esté ahora y siempre con todos nosotros, y que su Santísima Madre y San José, el esposo fiel, nos guíen en esta vida y nos lleven hasta el Cielo. ¡Amén!

Hoy, estamos celebrando con toda la Iglesia la Solemnidad de la Natividad del Señor, un día de mucha alegría para nosotros, los cristianos: “hoy nos ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor” (v. 11). Hoy celebramos un admirable intercambio en el que Dios nace en un pesebre para redimirnos. Hoy encuentra culminación nuestra esperanza, alimentada a lo largo de veinticuatro días, desde aquel 1 de diciembre en el que supimos celebrar el primer domingo de Adviento. Hoy se cumplen los días de espera, hoy se manifiesta tiernamente el amor de Dios para con su pueblo. Hoy, Jesús se hace presente en medio de nosotros, como un Rey que abandona su palacio para vivir en una humilde casa junto a sus súbditos. Hoy, asume nuestra humilde condición humana, haciéndose hombre para que el hombre pueda llegar a Dios.

La Sagrada Familia

La celebración de hoy es sumamente importante para nuestra fe cristiana, celebramos nada más y nada menos que un verdadero misterio: Dios ha inclinado su Cielo y ha descendido hasta la tierra, y ha querido nacer de una Madre Admirable y vivir bajo la paternidad amorosa de un Patriarca llamado José.

El Evangelio nos retrata esta escena: luego de un viaje agotador, a María le llegó el tiempo de dar a luz. Las contracciones eran incesantes, por lo que tuvieron que desviar el rumbo para poder hallar alguna casa y recibir asistencia. Sin embargo, no había lugar en ningún lado: todas las habitaciones estaban ocupadas. De repente, San José abriendo de un rodillazo un granero, improvisó una cuna en un pesebre, es decir, un recipiente donde comen los animales. Lo llenó de paja y heno, y allí acostó a su pequeño Hijo, Dios necesitado de pañales y abrigo.

San José, fiel custodio de la familia, y Santa María Virgen, Madre del Niño Dios, contemplan el increíble misterio del Emmanuel, es decir, el “Dios con nosotros”. Dios está allí, echadito y durmiendo plácidamente en el lugar más pobre y humilde de toda la faz de la tierra, cumpliendo una profecía antigua que podemos encontrar en el libro de Isaías (7,14). Allí, ambos son testigos de algo increíble pero cierto, de la redención que comenzó a obrarse desde aquel momento. Jesús simplemente está allí, necesitado de la leche de su Madre, con sueño y frío… Ese mismo Niño que algún día tendrá que aprender a caminar, que hará amigos y jugará con ellos, que rezará junto a sus padres y crecerá para hacer la voluntad de Dios.

San Juan de la Cruz escribió en un poema: 

El llanto del hombre en Dios,

y en el hombre la alegría,

lo cual del uno y del otro

tan ajeno ser solía”.

Los visitantes

Mientras este gran nacimiento tenía lugar, el Ángel Gabriel fue al campo a anunciar semejante acontecimiento a los pastores. Ellos habían sido juzgados muy humildes por Dios, por lo que fueron los primeros destinatarios del mensaje de alegría.

El Ángel se acerca y les cambia el medio por alegría: “les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (vv.11-12)

El Evangelio de hoy no lo dice, pero si uno continúa leyendo los pasajes siguientes en la Biblia, verá cómo los pastores emprendieron el camino con ansias. Al llegar, no sólo vieron “lo que el Señor nos ha manifestado” (Lc 2,15), sino al mismo Señor manifestado. Imaginemos esa escena de alegría y ternura, en la que los pastores, locos de felicidad, narraron a grandes voces a María y a José todo lo que habían visto, cómo los ángeles habían cantado “Gloria a Dios en las alturas…” (v.14) y cómo habían pastoreado por la noche todas sus ovejas y cabritos para que ellos también fueran parte de este gran acontecimiento.

Por supuesto que los animales también tienen su lugarcito dentro del pesebre. Una antigua tradición narra cómo los animales también se acostaban a ambos lados del pesebre, que el Niño Jesús abrazó por el hocico a una oveja y que el buey procuraba respirar cerquita nomás del recién nacido para protegerlo del frío con su aliento.

Los Reyes Magos y… ¿Papá Noel?

Conocida también es la presencia de los Reyes Magos, que fueron desde oriente hasta Belén guiados por una estrella. Ellos fueron los primeros no judíos que fueron a adorar a Cristo, reconociéndolo como Mesías. Todo esto lo podemos encontrar en el Evangelio de Mateo (2,1-12). De aquí viene la tradición de no sólo colocar figuras de Reyes Magos en el pesebre que armamos cada año, sino también de pedirles a estos Magos algunos regalos para los más chicos.

Sin embargo, en los últimos tiempos se ha agregado también otro personaje: Papá Noel, que es una especie de “adaptación” de aquel viejo obispo de hace muchos siglos que repartía juguetes y caramelos a los pequeños en el día de Navidad: San Nicolás de Bari. Él es considerado el patrono de los niños, puesto que había salvado de la muerte a tres jovencitos. También ha salvado de la pobreza a tres vírgenes regalándole al padre de ellas tres bolsas de oro para evitar que las obligara a la mala vida.

Navidad es Jesús

De todas las personas que hemos ido enumerando en este pesebre, en esta época suelen resaltar más los últimos, quizá por una sociedad consumista que aprovecha estas fiestas religiosas para sacar provecho económico.

Por eso, como cristianos, no debemos olvidad que Navidad es Jesús. No nos dejemos pisotear por la ostentación y la vanidad. Usualmente pasamos todo el día cocinando, saliendo al centro a hacer las últimas compras, privándonos de sueño y dinero, comprando ropa y zapatos nuevos porque “se tiene que estrenar y no se tiene que repetir” lo de la navidad anterior; peleamos por las casas, porque este año toca en mi casa porque el anterior en la tuya… discutimos porque no nos cae bien tal persona o tal otra. Estamos demasiado pendientes del reloj, de los turnos para entrar a bañarnos, de los horarios de trabajo (sobre todo de los benditos horarios del comercio), de los Whatsapp que tenemos que enviar, de las fotos que tenemos que poner en Instagram, de las publicaciones que tenemos que hacer en Facebook, de la batería del celular, de la música que tenemos que poner, de los parlantes que tenemos que conectar, de la bebida que tenemos que poner a enfriar, de los boliches a los que tenemos que salir, de Crónica que pasa la hora exacta para ver si son o no las doce…Y cuando llega el momento: ¡pum! Brindis, “Feliz Navidad”, cañitas voladoras y fuegos artificiales por un lado, y bases misiles por otro, y estrellitas y cuetes…

¿Y Jesús? ¿Y el cumpleañero? ¡Qué raro es que te organicen el cumpleaños y no te inviten!

Hoy es el día, hoy tenemos la oportunidad grande de poner nuevamente a Jesús en el centro. Hoy es el día para ponerse en presencia del Niño Dios y rezarle. Desearle “feliz cumpleaños” como lo hacemos con un amigo o un familiar muy querido. Es la chance de agradecerle por el don de la familia y de la paz, es la oportunidad perfecta para pedirle por nuestros hermanos enfermos y necesitados, de implorarle que, en su ternura, llame a su presencia a nuestros hermanos difuntos y les dé el descanso eterno.

Hoy es el día para ir a la Santa Misa, no porque sea obligación, sino porque realmente queremos demostrarle el amor y el agradecimiento que le tenemos.

Hoy es el día para llevar la alegría del recién Nacido en nuestras visitas, en nuestras comidas y encuentros. Hoy es el día para hacernos un poquito “pastores” e ir al arbolito y rezar frente a él y al pesebre que tenemos armado, y luego salir de allí al encuentro de los demás, “glorificando y alabando a Dios” (Lc 2,20).

La ilusión de los niños

Todos hemos sido pequeños y hemos tenido la ilusión de encontrar los regalos bajo el árbol. Con el tiempo, “Papá Noel nos pide colaboración” a los más grandes para seguir con la ilusión de los más chicos. Y algún día a ellos les tocará la misma suerte si así Dios lo dispone.

Es difícil romper la ilusión, y es casi como ir en contra de la inocencia de los niños. Por eso, si queremos guardar esta centralidad de Jesús en esta Navidad sin desplazar a Papá Noel de la escena, conviene recordar lo que dice Jesús en el Evangelio: “Cuanto hicieron con el más pequeño de mis hermanos, a mí me lo hicieron” (Mt 25,40). Es cierto que los niños esperan la Navidad por los juguetes, pero lo que más desean es jugar. Y es bueno que jueguen con otros amigos, pero no por eso los grandes nos hagamos los tontos. Ellos quizá no son conscientes de esto ahora, pero nosotros sí y es un deber de caridad y de justicia para con ellos: más que juguetes, los chicos necesitan de nuestro amor y de nuestro tiempo. Si reciben una muñeca, juguemos juntos a peinarla y a vestirla; si reciben una pelota, juguemos juntos un rato a los penales, si reciben un celular o una Tablet, aprendamos a usarla juntos y a compartir mutuamente los videos y las canciones.

Jesús se manifiesta también en nuestros niños. Por eso, si no queremos desplazar a este Niño Dios de nuestra Navidad, vamos a honrarlo en los más pequeños, en los más inocentes de la casa, en nuestros hijos, sobrinos y nietos. De esta manera, veremos que su Navidad será cada segundo más feliz, y la nuestra será cada vez más amorosa.

Que el Señor nos regale una Navidad excelente. Que no nos dejemos llevar por los comentarios negativos, y que el mismo Niño Jesús ocupe los lugares vacíos de nuestras mesas con su cariño y cercanía. Y que sientan su gran amor, ternura y cercanía.

Es mi más vivo deseo para todos ustedes, para sus familias y para el mundo entero.

¡FELIZ NAVIDAD PARA TODOS!

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