No sorprende a nadie que un tipo de cambio a $40 traiga problemas políticos. El ciudadano promedio utiliza la cotización del dólar como termómetro sobre la marcha de la economía y que haya subido tanto y tan rápido es una mala señal, potenciada por la falta de reacción oficial para ponerle un techo. Si la valoración del Gobierno venía golpeada por los problemas económicos (la corrida cambiaria previa, la inflación y los problemas de empleo), esta situación lleva a pensar en un mayor deterioro del apoyo social a Cambiemos.
Por otra parte, la corrida cambiaria es un indicio negativo para el resto del arco político. La oposición se endurece frente a la pérdida de control de la economía y complica las chances de un apoyo circunstancial por legislación clave como el Presupuesto 2019, que debería ingresar al Congreso a mediados de septiembre. Así, el cambio rápido y radical del contexto empantana las negociaciones con los gobernadores peronistas justo cuando su apoyo es necesario para señalizar que la gobernabilidad no está en riesgo.
El deterioro de la situación económica lleva a pronosticar que la recesión será más profunda y prolongada que lo anticipado, además de que la inflación escalará aún más de lo que se preveía. Este panorama económico más sombrío termina por repercutir en el escenario político, ya que el año electoral encontrará a la Argentina procesando los efectos del ajuste.
A comienzos del 2018 se pensaba que Mauricio Macri tenía la reelección asegurada. A mediados de año, tras la primera crisis, que era probable. Veremos cómo queda el balance de probabilidades una vez que termine este episodio, que luce bastante más fuerte que una tormenta.
