Pero las autoridades ucranianas, que el lunes empezaron a recibir la última ayuda militar de 800 millones de dólares aprobada por Estados Unidos, parecen lejos de satisfacer las exigencias de Moscú. «No importa cuántos soldados rusos se traigan hasta aquí, lucharemos. Nos defenderemos», advirtió Zelenski después de anunciar el inicio de la batalla por el Donbás.
La ciudad portuaria de Mariúpol permanece como el principal obstáculo, asediada desde hace semanas: las últimas fuerzas ucranianas atrincheradas en el complejo industrial de Azovstal recibieron un nuevo ultimátum de Moscú. Así, el Ministerio de Defensa propuso un alto el fuego a partir del mediodía de este martes: «Todas las unidades del ejército ucraniano sin excepción, y todos los mercenarios extranjeros, salgan sin armas ni municiones».
En Donetsk, región vecina del Donbás, los rusos bombardean «en dirección a Marinka, Ocheretyne y Avdivka», dijo el gobernador, Pavlo Kirilenko, quien asegura que la situación «está difícil pero controlada».
Aunque los focos están en el este, Rusia también atacó otras partes del país: el lunes se registraron bombardeos mortales en Járkov (noreste), una de las principales ciudades, y en Leópolis, la ciudad del oeste que se había convertido en refugio para los desplazados.
El conflicto ha provocado ya casi 5 millones de refugiados en otros países y más de 7 millones de desplazados internos, según las Naciones Unidas.
En coincidencia con el recrudecimiento de la ofensiva rusa en el este, el presidente estadounidense Joe Biden convocó a una reunión este martes con sus aliados para analizar la situación en Ucrania. Desde la Unión Europea (UE), el lunes condenaron los bombardeos «indiscriminados» contra civiles ucranianos. Mientras tanto, Zelenski espera a ser confirmado como candidato a incorporarse a la UE tras entregarle al embajador del bloque en Ucrania, Matti Maasikas, dos expedientes con la demanda de adhesión.
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