Marco Trungelliti: viajó 9 horas en auto, firmó como lucky loser y venció a Bernard Tomic en Roland Garros

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Es un cuento. De esos que atrapan de principio a fin. Una derrota, un viaje de vuelta con el dolor de no ser, ocho bajas sorpresivas, un llamado inesperado, el regreso a todo ritmo por las carreteras de la vida, Barcelona-París, apenas unas horas de sueño, una firma -la rúbrica fue su salvación-, un partido. El partido. Corre, se presenta, suda, desperdicia dos match points, acaso, para darle una pizca de dramatismo mayor a la historia. Y gana Marco Trungelliti, como ganan los héroes del silencio, con un ace que vuela en el espacio, con lágrimas y risas. Bernard Tomic, su adversario, un australiano irreverente y talentoso, perdido en la desesperanza, tampoco lo puede creer. El «perdedor afortunado» gana por 6-4, 5-7, 6-4 y 6-4 en dos horas y 54 minutos para meterse en la segunda rueda de Roland Garros. De mendigo a millonario.

El público lo ovaciona. Le piden autógrafos. ¿Alguna vez le han pedido tantos autógrafos? Cada punto es respaldado por aplausos; se parece al Roger Federer de la pista 9: casi todos están con él. De principio a fin. Es un lucky loser con la suerte más grande del planeta. El día que se lo cuente a sus hijos, ni creerlo podrán. La salida del australiano Nick Kirgyos por una molestia en el codo derecho lo convierte en el protagonista de la historia de un sapo -como en las películas animadas- convertido en príncipe en un puñado de horas. Vertiginosas, atrapantes.

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