«Edha», la ambiciosa serie sobre el lado oscuro de la moda que no cumple con las expectativas

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Una buena ficción está formada por diferentes componentes que encastran como un rompecabezas para que todo se transforme en una pieza única y ordenada. El guión debe ser fluido y verosímil; las actuaciones, potentes y creíbles; la producción tiene que estar bien coordinada; la cinematografía ser valiosa y la fotografía debería plasmar un estilo característico. Para que todo fluya, detrás de cada una de esas partes, el director está obligado a ser preciso y obsesivo. Edha es la muestra perfecta de lo que ocurre cuando algunos de esos elementos no funcionan bien: el resto se derrumba.

Edha trata sobre el lado oscuro del mundo del modelaje y sus conflictos. Un taller clandestino se prende fuego y decenas de operarios mueren. Entonces, el hermano del capataz arma un plan para desenmascarar a la empresa: con algunos artilugios logra infiltrarse y convertirse en el principal modelo de la marca. De golpe, Teo se convierte en el amante de Edha, la visionaria diseñadora. De esta forma cree que puede descubrir quiénes asesinaron a su familiar y vengarse.

La primera serie argentina producida para Netflix parte de una buena intención: contar una trama atractiva. El problema es que algunos de los recursos narrativos que propone y la actuación de la dupla protagónica no están a la altura y hacen mella en el resto. En algunos fragmentos, incluso, el efecto que generan ciertas escenas insólitas es el inverso del que se pretende dar: lo que debería ser dramático se transforma en cómico.

Daniel Burman hace un buen trabajo técnico como director/creador. Desde el punto de vista de los «fierros», Edha no tiene nada que envidiarle a cualquier producto que viene de Europa o los Estados Unidos. Los encuadres son prolijos, la continuidad está bien seguida, el sonido no es un problema, la fotografía parece hecha para cine. El realizador opta por balancear los 10 episodios entre los recursos de un thriller policial con los del melodrama de culebrón de la tarde. Funciona bien: aparecen esos giros de cualquier serie de detectives con cliffhangers al cierre de cada capítulo y también esos momentos «soap opera» con primerísimos primeros planos de los actores, todo muy argento/latino.

El gran problema del director vino de la mano de una decisión artística clave que le jugó en contra a un relato que podría haber sido mucho más potente. ¿Por qué la voz en off monocorde y ausente de toda expresividad de la protagonista irrumpe en cada inicio de episodio para no aportar ningún dato narrativo? Al igual que con Tokio en la popular La casa de papel, al menos dos veces por capítulo se escucha a Juana Viale contar lo que ve en la imagen. Es redundante y reiterativo. Prueben algo: pongan mute. Se entiende igual lo que se quiere mostrar.

Su otra enorme dificultad es la floja interpretación de los dos papeles principales. No hay nada de química en la pantalla entre Juana, que hace de la diseñadora, y Andrés Velencoso, el español que interpreta a un ¿colombiano? Se nota demasiado lo que le cuesta al actor lograr el tono singular con el que habla. La simbiosis entre ellos no pasa y hay escenas con momentos caricaturescos. Por ejemplo, cuando en un evento Teo debe hacer una «pasada» con ropa improvisada. Es inevitable la referencia a la secuencia del desfile «Derelicte» de Mugatu, el enemigo de Zoolander, en la sátira de Ben Stiller. Hasta la ropa del personaje tiene un aire.

Pero hay algunas cuestiones que están bien. Además de su atractivo argumento, Edha tiene una subtrama que podría transformarse en un spin-offcopado. Delfina Chaves es el mejor hallazgo de la ficción. La chica interpreta de forma soberbia a Elena, la hija adolescente de la dueña de la marca de ropa, que se mete en una relación oscura con el padre de una amiga, interpretado por Antonio Birabent. De la mano de ella también tiene un rol destacado Pablo Echarri, su padre en la ficción y uno de los mejores actores.

Pero también se destacan Sofía Gala Gastiglione, como la enemiga de Juana Viale, Daniel Hendler, muy bien como un fiscal incorruptible, Osmar Núñez, sobrio en su rol del padre de la diseñadora, Flavio Mendoza, una sorpresa como el oscuro Justin, y Juan Pablo Geretto, el amigo de la dueña de la empresa con un personaje complicado de desentrañar y con buen impulso con el correr de los minutos. Una pena que no alcance para que Edhafuncione mejor.

Martín Pazos

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